La propia institución reconoce que “suena a ciencia ficción”. Un equipo de científicos de la Universidad Estatal de Pensilvania (EE UU) ha creado una técnica para enviar sonidos a distancia a una persona específica, sin que nadie lo escuche por el camino. En el experimento divulgado este lunes, los investigadores han disparado dos haces independientes de ultrasonidos inaudibles, que rodean la cabeza del destinatario, cada uno por un lado, y al cruzarse frente al rostro interaccionan y brota el sonido del célebre coro de El Mesías de Händel: “¡Aleluya! ¡Aleluya!”. Los autores denominan “enclaves audibles” o “rayos susurrantes” a estas burbujas de sonido a distancia.El ingeniero mecánico Jiaxin Zhong explica a este periódico las posibles aplicaciones, como recibir mensajes sonoros personalizados en espacios públicos. “Museos, bibliotecas o exposiciones podrían ofrecer sonido individualizado sin necesidad de auriculares”, señala. “Los conductores de automóvil podrían recibir instrucciones de navegación mientras los pasajeros disfrutan de la música sin distracciones”, añade Zhong, uno de los autores principales del método. Estas bolsas personalizadas de sonido, afirma, también podrían facilitar comunicaciones militares confidenciales, mejorar la experiencia de la realidad virtual e incluso crear zonas de silencio en entornos ruidosos, si se opta por cancelar de manera selectiva el sonido no deseado. Sus resultados se publican este lunes en la revista PNAS, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.El experimento es prometedor, pero tiene importantes limitaciones, según reconoce Yun Jing, líder del revolucionario laboratorio de acústica de Pensilvania. En primer lugar, el coro de El Mesías se escucha como en una radio antigua mal sintonizada. “Para lograr una mejor calidad de sonido necesitaremos mejores emisores de ultrasonidos, porque los que estamos utilizando ahora son unos muy baratos adquiridos para realizar la prueba de concepto”, explica Jing. Su equipo explora además herramientas de inteligencia artificial para ofrecer un resultado más nítido.Más informaciónLa distancia es otro factor relevante. La fuente de los ultrasonidos es una metasuperficie acústica, un material ultradelgado que es capaz de modificar las ondas que inciden en él. En el experimento, los científicos han colocado un muñeco a unos centímetros del emisor, pero Jing afirma que podrían crear una burbuja de sonido alrededor de una persona situada a “unos pocos metros” de distancia. “El desafío es que las ondas ultrasónicas se atenúan muy rápidamente en el aire, por lo que llegar a 100 metros va a ser difícil, a menos que tengamos emisores ultrasónicos muy potentes”, argumenta. La ventaja de su fuente de ultrasonidos es que apenas mide 16 centímetros de longitud, un formato compacto que facilitaría sus aplicaciones.El ingeniero de telecomunicación Juan Miguel Navarro, de la Universidad Católica de Murcia, colaboró hace más de una década con Yun Ling en simulaciones de acústica de grandes recintos. Navarro recuerda que la focalización del sonido ya se utiliza desde hace más de 20 años en aplicaciones de seguridad, como los dispositivos acústicos de largo alcance, considerados armas no letales porque emiten sonidos dolorosos que inutilizan al enemigo. “Lo novedoso del nuevo estudio es que permite reproducir un ancho de banda del sonido adecuado para transmitir señal vocal y musical a baja fidelidad”, destaca el ingeniero.El español Marcos Simón, ingeniero técnico de sonido, fundó en 2017 en la ciudad inglesa de Southampton la empresa Audioscenic, que desarrolla aparatos capaces de detectar las orejas del oyente y enviarle el sonido focalizado. Simón aplaude el nuevo trabajo, en el que no ha participado. “La metodología presentada es realmente novedosa y, hasta donde tengo conocimiento, no se había logrado implementar algo similar previamente”, apunta.El ingeniero español, sin embargo, recalca que a su juicio existen “limitaciones tecnológicas significativas” para aplicar esta idea. “En primer lugar, los altavoces de ultrasonidos requieren niveles de energía muy altos, lo que implica un elevado consumo de potencia. Además, para lograr que los altavoces de ultrasonidos emitan sonido audible, se requieren productos de intermodulación de segundo grado [las señales surgidas por la combinación de ondas ultrasónicas]. Esto necesita generar una presión acústica muy elevada, lo que plantea dudas sobre posibles efectos en el sistema auditivo humano, especialmente considerando que los niveles de exposición segura al ultrasonido aún no están completamente definidos”, advierte Simón, investigador visitante de la Universidad de Southampton. “Como contribución a la investigación, el trabajo es muy interesante e innovador. Sin embargo, desde una perspectiva tecnológica, todavía requiere un desarrollo significativo antes de que pueda ser aplicado en contextos prácticos”, zanja.

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