Es un lugar de máxima relevancia para el planeta y, sin embargo, prácticamente nadie ha oído hablar de él. Se trata del banco de Saya de Malha, uno de los mayores campos de pastos marinos y, por lo tanto, uno de los sumideros de carbono más importantes del mundo. Situado en pleno océano Índico, entre Mauricio y Seychelles, a más de 300 kilómetros de tierra firme, ocupa una superficie del tamaño de Suiza. Se conoce como la mayor isla invisible del planeta, ya que, en algunos puntos, la profundidad del agua que cubre la gran meseta apenas mide nueve o diez metros. Sus pastos marinos cobijan una enorme biodiversidad, con tortugas y zonas de cría de tiburones, ballenas jorobadas y ballenas azules. Los investigadores reconocen que es una de las zonas menos estudiadas científicamente, en parte debido a su lejanía. A lo largo de los siglos, los barcos mercantes y los exploradores solían evitar esas aguas por sus profundidades impredecibles. Fue uno de esos lugares de fantasía inexplorados que en los mapas antiguos se señalaban con la expresión “Aquí hay monstruos”. Más recientemente, sin embargo, este banco marino lo frecuenta un variado elenco de personajes, entre ellos, pescadores de aleta de tiburón, embarcaciones de arrastre, mineros de los fondos marinos, embarcaciones pesqueras varadas, tripulaciones hambrientas, yates de lujo y navegantes libertarios.Lo trágico es que, como el banco de Saya de Malha se encuentra en su mayor parte en aguas internacionales, donde rigen escasas normativas, su biodiversidad se ve diezmada sistemáticamente por una enorme flota de buques pesqueros industriales, en su mayoría exentos de cualquier tipo de control gubernamental, según informes de organizaciones como Monaco Explorations, Salt Horizon y Greenpeace. El banco no está protegido por ningún tratado vinculante debido, en gran medida, a la endeble voluntad política y a la actitud de las explotaciones pesqueras. La pregunta es: ¿quién se encargará de proteger este tesoro público?Una vista de las extensiones de pasto marino y coral en el banco de Saya de Malha, en el océano Índico, un enorme pulmón de biodiversidad en peligro.Tommy TrenchardArrasar un ecosistemaHace más de 500 años, cuando los marineros portugueses se toparon en alta mar con un banco de aguas poco profundas más de 1.100 kilómetros al este del extremo norte de Mauricio, lo llamaron Saya de Malha —o falda de malla—, para describir los ondulantes movimientos de las algas marinas bajo la superficie. En 2012, la Unesco consideró Saya de Malha como posible candidata a patrimonio marino de la humanidad, por su “posible valor universal excepcional”. La Unesco describió el banco como algo “único en el mundo”, por estar cubierto de lo que probablemente sea la mayor pradera de algas marinas del mundo.Los pastos marinos suelen pasar inadvertidos debido a su escasez, ya que se calcula que cubren tan solo una décima parte del 1% de los fondos marinos. “Son el ecosistema olvidado”, afirma Ronald Jumeau, embajador de las Seychelles para el Cambio Climático. Están mucho menos protegidos que otras zonas de alta mar: solo el 26% de los pastos registrados se hallan en zonas marinas protegidas, mientras que ese tipo de protección abarca el 40% de los arrecifes de coral y el 43% de los manglares de todo el mundo, según estimaciones de Naciones Unidas.Al igual que los árboles en tierra, los pastos marinos absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan en sus raíces y en el suelo. Pero lo hacen a una velocidad 35 veces superior a la de la selva tropical, según calcula la ONG World Wildlife Fund (Fondo Mundial para la Naturaleza). A menudo descritos como los pulmones del mar, estos pastos capturan cerca de una quinta parte de todo su carbono y albergan una enorme biodiversidad. Miles de especies (incluidas las del banco de Saya de Malha), y muchas de ellas aún desconocidas para la ciencia, dependen de esos pastos para su supervivencia. Pero desde finales del siglo XIX, el planeta ha perdido aproximadamente un tercio de esas zonas, según diversos estudios científicos, y cada año podríamos estar perdiendo hasta un 7% adicional, es decir, la superficie aproximada de un campo de fútbol cada 30 minutos.Vea ‘Saya de Malha: Robbing the Bank’ (Saya de Malha: robando el banco) subtitulado en español.Los pastos marinos también limpian las aguas contaminadas y protegen las costas de la erosión, según un informe de 2021 de la Universidad de California, en Davis. En un momento en que al menos ocho millones de toneladas de plástico acaban en el mar año tras año, estos pulmones atrapan los microplásticos actuando como una densa red que retiene los residuos y los fija en el sedimento, según indica un estudio publicado en 2021 por la revista Nature. Mientras que la acidificación de los mares amenaza la supervivencia de los arrecifes de coral de todo el mundo, así como de los miles de especies de peces que los habitan, los pastos marinos reducen esa acidez absorbiendo carbono a través de la fotosíntesis y proporcionan refugio, zonas de cría y de alimentación a miles de especies, entre ellas, a animales en peligro de extinción como dugongos, tiburones y caballitos de mar, según un estudio de la Universidad de Exeter.Gran parte de Saya de Malha tiene poca profundidad de agua, en otras alcanza hasta los 350 metros. Por encima de la superficie, las olas dominan un horizonte de alta mar. Pero bajo el agua, la sensación es completamente diferente: se despliega un colorido mundo donde abundan tortugas verdes, delfines moteados, peces loro y peces conejo rayados con sus brillantes colores. Además del verde de los pastos, el fondo marino parece estar pintado por el coral coliflor y negro.Este rico ecosistema submarino está amenazado. En los últimos años, más de 200 embarcaciones de altura, la mayoría de Sri Lanka y Taiwán, se han estacionado en las aguas más profundas de los márgenes del banco para capturar atún, peces lagarto, sábalo y especies forrajeras que se convierten luego en harina de pescado rica en proteínas destinada a la alimentación de pollos, cerdos y peces de acuicultura. Los conservacionistas afirman que los esfuerzos por proteger los pastos no avanzan lo bastante rápido. “Es como caminar hacia el norte en un tren que va hacia el sur”, dice Heidi Weiskel, directora del Equipo Oceánico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en Norteamérica.El 23 de mayo de 2022, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó una resolución para declarar el 1 de marzo Día Mundial de los Pastos Marinos. La resolución fue patrocinada por Sri Lanka. En su intervención ante la asamblea, el representante permanente de ese país ante la ONU, el embajador Mohan Pieris, afirmó que los pastos marinos son “uno de los ecosistemas marinos más valiosos del planeta”. Mientras el embajador pronunciaba su discurso en Nueva York, según datos de satélite recogidos por Global Fishing Watch, decenas de barcos de la flota pesquera de su país se encontraban a más de 14.000 kilómetros de distancia afanados en arrasar el mayor de esos ecosistemas que él instaba al mundo a proteger.Los pastos marinos son santuarios para los tiburones. Wey (CC by sa 4.0)El tiburón, elemento clave para el equilibrio naturalEn noviembre de 2022, varios científicos con equipos de submarinismo se zambulleron en las aguas de Saya de Malha desde un buque de investigación. Su objetivo era filmar tiburones. Cuando no buceaban, los investigadores utilizaban un submarino teledirigido para explorar el fondo marino. Con 130 metros de eslora, se trata de uno de los mayores y más avanzados buques de investigación del mundo, que había sido enviado a este remoto lugar por la entidad medioambiental sin ánimo de lucro Monaco Explorations para documentar un fondo marino famoso por su exuberancia. Durante las tres semanas que el equipo de investigación peinó las aguas del banco de Saya de Malha no avistaron ni un solo tiburón.Según los científicos, es probable que los culpables sean los barcos pesqueros, que, además de especies de atún como el blanco, el aleta amarilla, el listado y el patudo, también capturan tiburones en grandes cantidades. Los escualos desempeñan un papel fundamental en el ecosistema de los pastos marinos, ya que controlan las poblaciones de tortugas y otros animales que, de otro modo, acabarían con esta vegetación. La pesca de tiburones no es fácil, ni suele ocurrir de manera accidental. En la pesca del atún con palangre, el barco se sirve de sedales a base de microfilamento grueso, provisto de anzuelos cebados que penden del sedal en diversos tramos. Muchos palangreros de atún pescan tiburones utilizando plomos de acero especiales, diseñados para no romperse cuando los tiburones más grandes y fuertes intenten liberarse a base de tirones.Para no malgastar espacio en la bodega del barco, los marineros suelen arrojar el resto del tiburón al agua después de cortarle las aletas, que pueden venderse a un precio 100 veces superior al del resto de la carne. Es un proceso derrochador y una muerte lenta para los tiburones que, aún vivos pero incapaces de nadar, se hunden en el fondo marino. Para compensar los miserables salarios que reciben las tripulaciones, los capitanes de los barcos suelen permitirles que complementen sus ingresos conservando las aletas de tiburón, que se venden luego bajo mano en el puerto, según una investigación de 2018 del South China Morning Post.El ‘Maneengern 5’, uno de los dos buques de pesca tailandeses autorizados en 2023 para faenar en la zona por el Acuerdo de Pesca del Océano Índico MeridionalSIOFA – APSOISegún una investigación llevada a cabo por Greenpeace, también embarcaciones tailandesas se han dedicado regularmente a pescar tiburones en Saya de Malha desde 2015. Algunas víctimas de trabajos forzados que habían faenado en el banco en dos de los buques, el Kor Navamongkolchai 1 y el Kor Navamongkolchai 8, relataron a Greenpeace que hasta el 50% de sus capturas habían sido tiburones. Desde entonces, la presencia tailandesa en el banco ha disminuido, y en 2024 solo dos buques tailandeses faenaron en la zona.Los buques pesqueros de Sri Lanka y Taiwán han seguido faenando intensamente en el banco. De los más de 100 buques de Sri Lanka detectados en Saya de Malha desde enero de 2022, cuando la flota del país empezó a comunicar públicamente la ubicación de los buques, aproximadamente la mitad (unos 44) utilizaron redes de enmalle, según los datos de la Comisión del Atún para el Océano Índico. Estas embarcaciones con redes de enmalle operan en todo el océano Índico, y varias de ellas fueron avistadas en el banco por la expedición de Monaco Explorations en 2022. Los tiburones son especialmente vulnerables a este tipo de redes, responsables del 64% de las capturas de escualos registradas por la Comisión del Atún para el Océano Índico.El 17 de agosto de 2024, una cuenta dedicada a mostrar las técnicas de corte de pescado en Sri Lanka colgó en YouTube un vídeo en el que se veían decenas de cadáveres de tiburones y rayas recién desembarcados de buques en el puerto de Beruwala. En las imágenes, un hombre descuartiza un tiburón con un machete, y la sangre se acumula en el hormigón del puerto. Le quita las aletas y le saca las vísceras. En los últimos dos años, se han subido a YouTube varios vídeos con escenas similares: cientos de tiburones muertos, algunos sin aletas, que se descargan de los buques pesqueros y se alinean en los puertos de Sri Lanka para su venta.Estos testimonios en imágenes ilustran el floreciente comercio que ha diezmado las poblaciones locales de tiburones. Alrededor de dos tercios de las especies domésticas de tiburones y rayas de Sri Lanka están catalogados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como animales en riesgo de extinción. Desde siempre, las embarcaciones de Sri Lanka han pescado tiburones en sus aguas territoriales. Entre 2014 y 2016, por ejemplo, el 84% de las capturas declaradas procedía de embarcaciones nacionales, según una investigación publicada en 2021. Las exportaciones anuales de aletas de Sri Lanka se han cuadruplicado en esta última década, según datos de UN Comtrade, con 110 toneladas exportadas en 2023, principalmente a Hong Kong, frente a las 28 toneladas de 2013.Los datos de seguimiento también muestran que más de 40 buques de Sri Lanka no hacen pública su ubicación mientras están navegando. Esta práctica enmascara la verdadera escala de la flota o bien oculta datos cuando los buques actúan de manera ilegal. Sin embargo, estos buques ocultos pueden detectarse monitorizando las señales de sus boyas de pesca. Los buques de Sri Lanka pueden tener hasta una docena de boyas de pesca, cada una con su propia señal de identificación única, según indican los registros pesqueros del país. Al menos uno de estos barcos ocultos que pescaron en Saya de Malha entre marzo y junio de 2024, el IMUL-A-0064 KMN, fue detenido en agosto de 2024 por las autoridades de Sri Lanka con más de media tonelada de cadáveres de tiburón oceánico de puntas blancas a bordo, todos ellos con las aletas cercenadas. La captura de esta especie está prohibida por la legislación de Sri Lanka, al igual que el cercenamiento de las aletas de tiburón en alta mar. No se trata de un incidente aislado: las autoridades de Sri Lanka se han incautado de aletas de tiburón capturadas ilegalmente en al menos 25 ocasiones desde 2021.Aunque la legislación taiwanesa tampoco permite a las embarcaciones cercenar las aletas a los tiburones, sigue haciéndose. En una muestra de 62 embarcaciones taiwanesas que faenaron en alta mar entre 2018 y 2020, la mitad llevó a cabo este tipo de prácticas, según constató la Environmental Justice Foundation, que entrevistó a antiguos tripulantes de los barcos. Al menos uno de los buques taiwaneses que faenan en Saya de Malha, el Ho Hsin Hsing nº 601, fue sancionado en mayo de 2023 por tener aletas de tiburón secas en la bodega del buque. El operador fue multado con 123.000 dólares, y se suspendió su licencia de pesca durante un mes. El barco había pescado por última vez en Saya de Malha entre septiembre y octubre de 2022.Los nódulos, también llamados “trufas del océano”, preciados por la industria minera.Southeastern U.S. Deep-sea Exploration (Office of Ocean Exploration and Research / NOAA)Minería: sondeando la riqueza del fondo marinoPero la actividad pesquera no es la única amenaza para la biodiversidad de Saya de Malha, también lo es la minera submarina. Durante esta última década, esta industria no ha dejado de repetir que los fondos marinos son una frontera esencial para los metales de tierras raras que se necesitan para las baterías de los teléfonos móviles y los ordenadores portátiles. Las empresas buscan las mejores zonas de los mares para hallar los preciados sulfuros y nódulos, conocidos como las “trufas del océano”, y las aguas cercanas al banco de Saya de Malha se han convertido en un objetivo atractivo.La mayor parte del banco resulta poco profunda para aspirar a este tipo de explotación. Pero algunas zonas que lo rodean, sobre todo fuera de la de pastos marinos en la meseta de Mascarene, alcanzan profundidades superiores a los 3.000 metros y resultan adecuadas para la minería. Por ello, varias empresas han firmado ya contratos de exploración a largo plazo para extraer metales preciosos como titanio, níquel y cobalto en esas aguas.Para aspirar los preciados nódulos es necesario practicar una extracción industrial con excavadoras gigantescas. Esas máquinas suelen pesar 30 veces más que las excavadoras normales. Se descargan con grúas desde la cubierta de un barco y se sumergen varios kilómetros bajo el agua, para luego desplazarse por el fondo aspirando las rocas, triturándolas y enviando luego hasta el buque un lodo de nódulos pulverizados y sedimentos del fondo marino a través de entre cuatro y seis kilómetros de tuberías. Tras separar los minerales, los buques mineros devuelven al mar las aguas procesadas, los sedimentos y los residuos finos mineros (pequeñas partículas del mineral de nódulos triturado).En 1987, algunos de los estudios realizados en la cuenca de Mascarene, una zona del océano Índico que incluye el banco de Saya de Malha, señalaban la existencia de depósitos que posiblemente contienen cobalto en una superficie de unos 11.500 kilómetros cuadrados. Corea del Sur tiene un contrato con la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (el organismo internacional que regula la explotación minera en ese ámbito) para explorar los respiraderos hidrotermales de la Dorsal Central del Índico, unos 400 kilómetros al este de Saya de Malha. Este contrato entró en vigor en 2014 y expirará en 2029, y las exploraciones en la zona ya están en marcha. La India y Alemania también tienen contratos de exploración en una zona situada a 1.300 kilómetros al sureste de Saya de Malha.Según un trabajo publicado en 2011 por investigadores oceánicos de distintos centros de todo el mundo, incluido el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), esta actividad industrial en los fondos marinos sería desastrosa para el ecosistema del banco. La actividad minera y de exploración levantará sedimentos del fondo, reduciendo el acceso de los pastos marinos a la luz solar de la que dependen. Las nubes de sedimentos procedentes de la minería pueden viajar cientos o incluso miles de kilómetros, alterando potencialmente toda la red trófica de aguas medias y afectando a especies importantes como el atún. Los fondos marinos tardan en recuperarse de la actividad minera.En 2022, unos científicos enviaron un dron submarino a recorrer las costas de Charleston (Carolina del Sur) y descubrieron que aún eran visibles las huellas de una prueba minera que se había realizado allí en las profundidades marinas medio siglo antes, según un reportaje del diario Post and Courier. En los lugares entre dichas huellas no había peces, esponjas ni nódulos. Una investigación publicada en 2023 descubrió que un año después de que una prueba de minería en el fondo marino alterara el suelo oceánico en aguas japonesas, la densidad de peces, crustáceos y medusas en las zonas cercanas se había reducido a la mitad.Miembros de la expedición científica de Monaco Explorations a Saya de Malha en 2022.
Monaco ExplorationsLos defensores de la explotación minera de los fondos marinos subrayan la creciente necesidad de estos recursos. En 2020, el Banco Mundial calculó que la producción de minerales como el cobalto y el litio tendría que aumentar más de un 450% de aquí a 2050 para satisfacer la creciente demanda de tecnologías para fuentes de energía limpias. “Se ha desatado una carrera entre países para superarse unos a otros en tecnologías emergentes y de vanguardia”, declaró Arvin Boolell, antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Mauricio, y añadió que, dado que estos recursos se agotan en tierra, “los fondos marinos son la próxima frontera que atravesar”.Sin embargo, los escépticos del sector sostienen que la tecnología de baterías está cambiando tan rápidamente que los modelos que se utilizan ahora serán muy distintos de los que se usen en un futuro próximo. También afirman que las empresas podrán recuperar y reciclar baterías usadas. Otros críticos consideran que esta minería es una especie de estafa piramidal destinada a atraer inversiones de capital de riesgo, cuando en realidad tiene escasas posibilidades reales de generar ganancias a largo plazo. También afirman que, debido a las largas distancias de transporte y a las características corrosivas e impredecibles del mar, el coste de extraer nódulos en alta mar superará con creces el precio de hacerlo en tierra. Grandes empresas automovilísticas y tecnológicas han declarado públicamente que no están interesadas en los minerales de las profundidades marinas. Un mejor diseño de los productos, el reciclaje y la reutilización de metales ya en circulación, la minería urbana y otras iniciativas de la economía circular pueden reducir enormemente la necesidad de nuevas fuentes de metales, afirmó Matthew Gianni, cofundador de la Deep Sea Conservation Coalition. En julio de 2024, un grupo de investigadores oceánicos presentó una denuncia ante la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos alegando que The Metals Company, la mayor empresa minera de los fondos marinos, había engañado a inversores y reguladores. Más recientemente, The Metals Company ha comenzado a alejarse del argumento de las baterías, y ahora afirma que los metales son necesarios para misiles y fines militares.Aun así, los países más pobres y próximos al banco de Saya de Malha siguen sopesando sus opciones. En 2021, Mauricio organizó un taller con la Unión Africana y Norad, la agencia noruega de cooperación al desarrollo, para estudiar las perspectivas de explotación minera de los fondos marinos. Los responsables gubernamentales de Mauricio y Seychelles han declarado que están adoptando un enfoque “de precaución” respecto a la explotación minera de los fondos marinos, pero siguen adelante con la búsqueda de recursos en sus aguas. En septiembre de 2024, los países llegaron a un acuerdo para iniciar prospecciones petrolíferas en el banco de Saya de Malha y sus alrededores, en una región que administran conjuntamente.Más de 30 países pidieron una moratoria o una pausa cautelar sobre la minería de los fondos marinos, según la Coalición para la Conservación de los Fondos Marinos, un colectivo de ONG e instituciones políticas. En 2021, Greenpeace, miembro de la coalición conservacionista, eligió el banco de Saya de Malha como lugar para convocar la primera protesta submarina contra la explotación minera de los fondos marinos.Shaama Sandooyea, una bióloga marina de Mauricio de 24 años, se zambulló en las aguas poco profundas del banco con un cartel en el que se leía “Huelga de los jóvenes por el clima”. Su argumento reivindicativo era bien sencillo: buscar minerales en los fondos marinos sin comprender las consecuencias no es el camino hacia una transición ecológica. Y afirmó: “Hace tiempo que subestimamos la importancia de los pastos marinos”.Expedición científica de Greenpeace a Saya de Malha en 2021.Tommy Trenchard (Panos Pictures / Contacto)El impacto de remover las aguasEn 2015, una flota de 70 embarcaciones de arrastre tailandesas faenó en el banco de Saya de Malha. Según Greenpeace, al menos 30 de ellas habían llegado huyendo de las sanciones a la pesca impuestas en Indonesia y Papúa Nueva Guinea. Al menos 24 de las embarcaciones habían cometido infracciones, en su mayoría por carecer de licencias válidas para pescar. Ninguno de los buques estaba autorizado a pescar en el banco por la Comisión del Atún para el Océano Índico, uno de los principales organismos internacionales de supervisión. El director general del Ministerio de Pesca de Tailandia confirmó más tarde que los buques “faenaban en una zona libre de cualquier control reglamentario”.El impacto de las embarcaciones pesqueras tailandesas fue “catastrófico” para el banco de Saya de Malha, según los investigadores de Monaco Explorations, que visitaron la zona en 2022 en una expedición financiada en parte por los gobiernos de Seychelles y Mauricio. “Resulta sorprendente que el Gobierno tailandés permitiera a su flota pesquera practicar la pesca de arrastre”, señaló la organización en su informe final. Los investigadores también se preguntaban si la decisión del Gobierno tailandés de aprobar la pesca de arrastre era un “caso de negligencia total” o una “política deliberada para pescar con redes de arrastre en el banco antes de adherirse al Acuerdo de Pesca del Océano Índico Meridional”.Los buques de arrastre tailandeses siguen acudiendo al banco de Saya de Malha, aunque la cifra de embarcaciones suele ser menor que en 2015. Al menos cuatro de ellas han faenado cada año en la zona. En 2023, solo dos embarcaciones de arrastre, el Maneengern 5 y el Chokephoemsin 1, seguían autorizadas por el Acuerdo de Pesca del Océano Índico Meridional.Más recientemente, la mayor presencia pesquera en el banco de Saya de Malha se compone de palangreros del atún taiwaneses y embarcaciones de enmalle de Sri Lanka. Los palangreros son barcos que despliegan sedales de hasta más de 60 kilómetros de longitud, cebados a intervalos regulares. Los pesqueros de enmalle lanzan al agua anchas franjas de red unidas a la superficie mediante cabos flotantes.Más de 230 buques pescaron en las inmediaciones del banco de Saya de Malha entre enero de 2021 y enero de 2024. La mayoría de ellos (más de 100) eran de Sri Lanka y faenaban con redes de enmalle, según datos de Global Fishing Watch. El segundo grupo más numeroso procedía de Taiwán (más de 70). Al menos 13 de estos barcos de Taiwán y 4 de Sri Lanka han sido amonestados por sus autoridades nacionales por pesca ilegal o no regulada, con transgresiones que incluyen el transporte ilegal de aletas o cadáveres de tiburón sin aletas, la falsificación de informes de capturas y la pesca ilegal en aguas de países como Mauricio o Seychelles.Según los oceanógrafos, la presencia de estos barcos supone una grave amenaza para la biodiversidad del banco. Jessica Gephart, catedrática de Ciencias Pesqueras de la Universidad de Washington, explica que el banco de Saya de Malha es un lugar de cría de ballenas jorobadas y ballenas azules, que pueden resultar heridas o morir por colisión con algún buque. Lo preocupante no es solo que los pesqueros arrasen los pastos marinos, advierte James Fourqurean, profesor de Biología de la Universidad Internacional de Florida. Estos barcos también pueden provocar turbulencias, tornando las aguas opacas al remover el fondo marino, lo cual perjudica el equilibrio de las especies y la pirámide alimentaria.¿No hay leyes o tratados que protejan Saya de Malha? En la práctica, no. Se supone que las entidades internacionales que actúan como organizaciones regionales de gestión pesquera regulan las actividades pesqueras en zonas de alta mar como esta. Son las responsables de establecer medidas vinculantes para la conservación y gestión sostenible de especies de peces migratorias. Sus funciones y jurisdicciones varían, pero la mayoría puede imponer medidas de gestión como la fijación de límites a las capturas. Sin embargo, los conservacionistas suelen criticar a esas organizaciones porque sus normas solo se aplican a los países signatarios y se deciden por consenso, dejándolas así a la merced de las influencias de la industria y presiones políticas, según señala un informe de Greenpeace de 2024. El banco de Saya de Malha se rige por el Acuerdo de Pesca del Océano Índico Meridional. Sri Lanka, sede de la mayor flota del banco, no es signataria.Saya de Malha es uno de los lugares menos explorados del planeta. Un kilómetro cuadrado suyo almacena el doble de carbono que un bosque terrestre.Tommy Trenchard (Panos Pictures / Contacto)Un territorio lejos de los derechos humanosAnte la sobrepesca de las poblaciones cercanas a la costa en Tailandia y Sri Lanka, los armadores envían a sus tripulaciones cada vez más lejos de la costa en busca de una captura que merezca la pena. Eso hace de Saya de Malha un objetivo muy atractivo. Pero los pescadores obligados a trabajar en esos parajes viven una existencia precaria; y para algunos, el largo viaje es el último que emprenden. Los pescadores de redes de enmalle de Sri Lanka realizan algunos de los viajes más largos en las embarcaciones peor equipadas. En octubre de 2022, una pareja británico-americana se topó con un barco de enmalle de Sri Lanka en el banco. La tripulación llevaba dos semanas en el mar y solo había capturado cuatro peces, por lo que rogaron a la pareja que les dieran provisiones. Tras el encuentro, esa tripulación de Sri Lanka permaneció otros seis meses en el mar.Algunos buques se dedican al transbordo, descargando sus capturas sin regresar a tierra, lo cual puede implicar periodos prolongados en el mar. En 2016, seis tripulantes camboyanos murieron de beriberi, una enfermedad que se puede prevenir, a bordo de una embarcación de arrastre tailandesa. El Gobierno tailandés relacionó las muertes con el trabajo duro, las largas jornadas laborales y la mala alimentación, mientras que Greenpeace encontró pruebas de trabajo forzoso.En la actualidad ha descendido el número de buques de la flota tailandesa en Saya de Malha, pero persisten las dudas sobre las condiciones de trabajo. En 2023, un miembro de una tripulación llamado Ae Khunsena murió en circunstancias extrañas. Su familia sospechó que se trataba de un crimen, pero las autoridades dictaminaron que había sido un suicidio. Saya de Malha también se ha convertido en una ruta de tránsito para los emigrantes de Sri Lanka que intentan llegar a la isla de Reunión, lo que pone de manifiesto la desesperación y los riesgos asociados a esta zona remota y poco vigilada.Sueños de crear naciones flotantesComo buen territorio ignoto, el banco de Saya de Malha también ha atraído a libertarios que pretendían crear allí una nueva nación. En 2002, Wolf Hilbertz y Thomas Goreau construyeron una estructura de acero con la intención de establecer un asentamiento autosuficiente mediante un proceso patentado que consiste en someter los pilares de acero sumergidos a una débil corriente eléctrica continua. En ese proceso, se acumula gradualmente piedra caliza en los pilares y en su base, creando un hábitat adecuado para corales, moluscos y otras especies marinas. El proyecto se interrumpió por falta de fondos.Más recientemente, el empresario italiano Samuele Landi impulsó una nueva visión de micronación en el banco de Saya de Malha: una ciudad flotante formada por una veintena de barcazas que, en 2028, albergaría a miles de residentes en villas y apartamentos de lujo. Al principio, Landi aparcó una barcaza llamada Aisland a unos 50 kilómetros de la costa de Dubái, donde residía con tres marineros y un cocinero mientras recaudaba dinero para una barcaza más grande que navegaría hasta Saya de Malha. Una ola destructora golpeó la embarcación el 2 de febrero de 2024 y la partió en dos. Dos miembros de la tripulación sobrevivieron aferrándose a unos fragmentos de madera hasta que un buque los rescató al día siguiente. Landi y otros dos marineros murieron. Su cuerpo fue encontrado varios días después en la playa a unos 65 kilómetros al norte de Dubái.Créditos Este reportaje fue realizado por The Outlaw Ocean Project, organización de periodismo sin ánimo de lucro con sede en Washington DC que se dedica a investigar los crímenes contra los derechos humanos y medioambientales que ocurren en el mar. Además de Ian Urbina, llevaron a cabo el trabajo de investigación y redacción Maya Martin, Joe Galvin, Susan Ryan y Austin Brush.
Traducción: Ana HernanzDiseño: Ruth BenitoDesarrollo: Alejandro Gallardo

Saya de Malha, la isla invisible que está en peligro | EL PAÍS Semanal
Shares: