Terminado el último evento extremo de lluvias, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), de las más de 2.000 presas que hay en España la mayor alerta por peligro de rotura está puesta en dos pequeñas infraestructuras con graves problemas de seguridad de forma previa al diluvio. Ambas se encuentran en el nivel 2 de emergencia (de un máximo de 3). Una es El Tejo, en El Espinar (Segovia), de 1,2 hectómetros cúbicos (hm³) de capacidad. Aunque el peligro de rotura es reducido, se han llevado a cabo obras para proceder a su vaciado y los servicios de emergencias autonómicos y estatales están activados por si acaso. La otra es Buseo, en Chera (Valencia), de 7,5 hm³ de almacenamiento y más de cien años de antigüedad, que sigue en el escenario 2 de emergencia desde la dana que dejó más de 220 muertos el pasado 29 de octubre. Si bien su situación está controlada, se mantiene vigilada de forma preventiva por si volviesen las lluvias torrenciales.Las abundantes precipitaciones de marzo han disparado las reservas de agua del país, pero también han obligado a emplearse a fondo muchos días seguidos a los equipos de las confederaciones hidrográficas que deben gestionar las crecidas y vigilar la seguridad de los embalses. En la cuenca del Tajo, donde ha llegado a haber más de 30 presas desembalsando, todavía se siguen abriendo compuertas pese a no llover ya, y en el Guadiana continuará saliendo agua por los aliviaderos de algunas de estas infraestructuras durante semanas, pues hubo casos en los que superaron con mucho su 100% de capacidad. La presa de Los Molinos, en Hornachos (Badajoz), llegó a estar al 130%.España es uno de los países con mayor número de presas del mundo. La edad media estimada del conjunto de estas infraestructuras es de 55-60 años, aunque en ocasiones pueden superar los cien años (y hay algunos ejemplos extraordinarios, como Proserpina, de la época de los romanos). “Tenemos unas presas ya un poco envejecidas”, comenta Juan Carlos de Cea, coordinador del área en la Subdirección General de Dominio Público Hidráulico e Infraestructuras del Miteco, que explica que todas ellas se clasifican en tres categorías en función de su riesgo potencial en caso de rotura o funcionamiento incorrecto: las de tipo A pueden afectar gravemente a núcleos urbanos o producir daños medioambientales muy importantes, las B afectarían a un número reducido de viviendas o provocarían daños medioambientales importantes y las C implican solo daños moderados. Según el recuento del Miteco, en el país existen 904 embalses de la categoría A, 146 de la B y 1.242 de la C. Aunque son infraestructuras pequeñas, El Tejo y Buseo están catalogadas de tipo A.La normativa actual obliga a pasar revisiones técnicas de seguridad cada cinco años para las presas de tipo A, cada 10 para las B y cada 15 para las C. Como incide De Cea, la antigüedad no tiene por qué ser un problema si se invierte en su mantenimiento y asegura que “en general están bien” todos los embalses de titularidad estatal (unos 375) y los de concesiones a grandes empresas. “La gente aguas abajo puede estar tranquila”, afirma. Sin embargo, luego hay presas de ayuntamientos, comunidades de regantes o particulares que no están en tan buenas condiciones, pues el mantenimiento resulta caro. “Cuando hacemos las inspecciones, algunas nos ponen los pelos de punta”, reconoce el representante del Miteco, que pone como ejemplo de presa descuidada la de El Tejo, del Ayuntamiento del Espinar.Regular la circulación del aguaA pesar de estos casos, por lo general hoy en día estas infraestructuras quitan mucho más peligro del que generan, pues resultan claves para amortiguar las crecidas de los ríos antes de impactar con poblaciones. “Somos como un agente de tráfico que regula la circulación del agua”, incide Álvaro Paniagua, jefe de Explotación de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), desde el centro de control de este organismo en Don Benito (Badajoz). “El problema es que si haces una maniobra equivocada puedes generar una avenida mayor de la que está llegando”, explica este ingeniero. De ahí, la tensión de estos días, sobre todo, después de lo ocurrido tras la dana de Valencia, donde algunos políticos enseguida colocaron a los técnicos en el punto de mira.En el centro de control de la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT), en Madrid, son todavía más visibles las ojeras y los bostezos. “Hemos dormido poco estos días”, asegura Antonio Yañez, presidente del organismo que tiene bajo su cargo el mayor número de presas grandes del país, y al que llamaban por teléfono preguntando si la capital iba a inundarse. Aunque estas demarcaciones, Guadiana y Tajo, están una junto a la otra, partían de una situación muy diferente. Cuando empezó el diluvio, la primera tenía las presas más vacías, al 45% de media, mientras que en la segunda se encontraban al 61%. Esto dificultaba la gestión de la crecida. “Las lluvias nos pillaban en primavera con los embalses más llenos y también ha sido más complicado porque han sido muchos días seguidos y ha entrado en juego toda la cuenca”, relata Irene Melón, jefa de Explotación de la CHT. Hoy la demarcación del Guadiana está al 65% y la del Tajo al 81,64%, el récord de llenado de su serie histórica. Ambas han acumulado mucha agua, pero solo la segunda ha tenido que multiplicar la apertura de compuertas, una operación no exenta de riesgos.En realidad, el porcentaje de llenado al que se encuentra un embalse es un concepto algo difuso, pues su máxima capacidad suele ser diferente del 100%. Como recalca Melón, por lo general el tope está por debajo porque hay que cumplir unas obligaciones de “resguardo”, lo que implica dejar un espacio vacío justamente por si hay que recibir crecidas. Si todavía hoy desembalsando alguna presa del Tajo sin que llueva es para bajar su nivel de agua hasta ese límite de resguardo. Al revés también puede ocurrir, en situación de crecidas, como muestra el 130% de pico de llenado al que llegó Los Molinos.Este embalse de Badajoz recibió una brutal avenida de 1.500 metros cúbicos por segundo (m³/s) y el nivel del agua marcó el récord más alto nunca registrado en esta infraestructura. A pesar de estar llena y de que el agua ya salía por su aliviadero, la presa asimiló un 30% más de lo que se supone que puede almacenar. “Incluso llenas, las presas laminan la avenida porque obligan al agua a salir poco a poco, el agua tiene que ponerse a la cola para salir”, incide Fernando Aranda, director técnico de la CHG.Presa de Villar del Rey, en Badajoz, soltando agua por sus grandes aliviaderos centrales.CHGQue el agua suba tanto es delicado, teniendo que evitarse a toda costa que llegue a desbordar por encima de la presa, lo que se denomina “coronación” y puede resultar fatal, no tanto para las infraestructuras de hormigón como para las de materiales sueltos (como la de El Pardo, cuyos desembalses contribuyeron al subidón del río Manzanares en Madrid).En el caso de Los Molinos, se declaró el escenario 0 de emergencia de la seguridad de presas, lo que también ocurrió estos días con otros cuatro embalses en la cuenca del Tajo. Este es el primer nivel de alerta y simplemente supone aumentar la supervisión sin más. El escenario 1 se declara cuando se produce un mal funcionamiento que puede solucionarse con medidas correctoras, el escenario 2 significa que existe un riesgo de rotura o avería grave que es posible que no se resuelva con las medidas disponibles y el escenario 3 supone ya una probabilidad elevada de rotura de la presa.Aunque en España se han producido desastres con estas infraestructuras, como Ribadelago en 1959 o Tous en 1985, según recalca Juan Carlos de Cea, el representante del Miteco, hoy en día es raro llegar al nivel 2 y, aunque no imposible, muy difícil alcanzar el 3. Durante la catastrófica dana del pasado octubre, se disparó la alarma por la situación de la presa de Forata, junto al municipio de Yátova (Valencia), que recibió una entrada de agua de cerca de 2.000 m³/s. Sin embargo, esta emergencia fue también un escenario 2. “En realidad, Forata aguantó muy bien y quedaba un margen de 10 horas para ver cómo evolucionaba la situación y determinar si se iba a llegar a la coronación, lo que no ocurrió”, comenta De Cea. “En cambio, con Buseo sí se debería haber declarado un escenario 3; si no se hizo fue porque la persona que tenía que acercarse para comprobar el estado de la presa, pues esta infraestructura [de la Comunidad Valenciana] no cuenta con sistemas de monitorización modernos, no pudo llegar hasta allí durante la dana, pero sí se produjo la coronación”.Sin llegar a estos extremos, la apertura de compuertas de una presa es una operación siempre delicada, pues un fallo puede tener implicaciones muy graves y aguas abajo se eleva el nivel de los ríos. La decisión la toma un reducido grupo de responsables de cada confederación que forman el Comité Permanente de la Comisión de Desembalse y el accionamiento de las válvulas de apertura debe realizarse obligatoriamente de forma manual, para lo que varios operarios tienen que desplazarse cada vez hasta las galerías de la presa. A diferencia de la cuenca del Tajo, en el Guadiana no tuvieron que abrir compuertas, pues contaban con mucho espacio libre en sus infraestructuras de mayor tamaño, en especial La Serena (de 3.219 hm³), la presa más grande del país. Sin embargo, sus otros embalses de aliviadero fijo, que en lugar de compuertas tienen una apertura permanente en la parte superior del muro (como el rebosadero de un lavabo), sí han ido soltando agua sin ninguna intervención humana, ralentizándola.Lo que sale de una presa no es agua que se pierde, porque abientalmente es bueno que los ríos fluyan y porque puede haber otra infraestructura con espacio más bajo. Una de las particularidades de la demarcación del Guadiana, de un tamaño más reducido, es que dispone de un sistema de canales y túneles que conectan la mayor parte de sus embalses. “Podemos gestionar de forma conectada el 80% de las reservas de la cuenca”, incide el jefe de Explotación de la CHG, que explica que esto permite ir moviendo el agua (por gravedad) a zonas menos problemáticas para maximizar el aprovechamiento de las reservas. De esta forma, en este último episodio han almacenado 1.600 hm³, el equivalente a dos años de campañas agrícolas, y no retuvieron otros 500 hm³ que terminaron en Portugal (contabilizan para los volúmenes que debe recibir anualmente este país para cumplir con el Convenio de Albufeira). En la demarcación del Tajo, todavía no han terminado los desembalses, pero hoy tienen 2.261 hm³ más que a primeros de marzo.A pesar de haberse superado estas crecidas de forma satisfactoria, para el presidente de la CHT, “el problema es que estos eventos extremos antes eran muy excepcionales y ahora se repiten cada vez con más frecuencia”. Por esto mismo, aunque las presas a veces son criticadas por su impacto ambiental, Samuel Moraleda, presidente de la CHG, considera que “ahora resultan claves para la adaptación al cambio climático, ya sea para amortiguar las sequías o las avenidas”.Auscultación de presasComo incide Irene Melón, jefa de Explotación de la CHT, “no me imagino estas tres semanas teniendo que enterarnos de los niveles de los ríos o los embalses llamando por teléfono o con walkie-talkies como ocurría antes”. Uno de los grandes avances para gestionar hoy en día estos episodios de fuertes lluvias son los Sistemas Automáticos de Información Hidrológica (SAIH), que permiten acceder en todo momento a la información clave de la cuenca a través del seguimiento a distancia de un gran número de sensores. Esto incluye el caudal de los ríos, los niveles de los embalses u otros muchos indicadores de la demarcación, así como lo que se denomina auscultación de presas. Como cuentan en la Confederación Hidrográfica del Ebro, al igual que los controles médicos periódicos de los humanos, esta auscultación de los embalses se realiza a través de sensores que controlan de forma permanente variables como la temperatura exterior o interior de las estructuras, la presión del agua en el cimiento, el movimiento de la propia presa, el agua que circula a través de ella…

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