Jaume Mora Pedrós (Benitachell, 44 años) convocó recientemente a un grupo de invitados a una pequeña cafetería del barrio londinense de Islington, con la oferta -poco sugerente, de buenas a primeras- de participar en la degustación de diferentes platos elaborados en torno a la algarroba. Es verdad que en inglés, carob, esta legumbre tiene un timbre algo más exótico, y se puede encontrar en la etiqueta de productos cosméticos cotizados. Su semilla, el garrofín, ayuda a combatir el envejecimiento de la piel o la fragilidad capilar. Las propiedades nutritivas y antioxidantes de su harina son muy conocidas por los nutricionistas, pero en España siempre se ha contemplado con prejuicio un alimento destinado históricamente al ganado.“Escaneé todas las regiones de España, en busca de activos infravalorados de los que no se ha sabido sacar un rendimiento óptimo en el mercado. Identificamos muchos, pero la algarroba destacaba por encima del resto”, explica este economista, especializado en análisis de datos y evaluación de proyectos públicos, que se ha afincado en la capital británica después de dar saltos por medio mundo. “Con los sobresaltos en el valor del cacao, resucitó la idea de la harina de algarroba como sustituto. No me gusta esa tendencia. Es un producto con personalidad y valor económico propio”, defiende.La cabeza de Mora no deja de producir ideas y proyectos. En el caso del proyecto de la algarroba, realizó una tarea de prospección, de diálogo con los viejos del lugar y de rescate de recetas tradicionales del producto en la zona de Alicante, donde el cultivo está más extendido. Pasteles de algarroba con almendra, curris de pollo, brownies,… Su empresa, La Penya, ya gestiona la venta de esos platos preparados a supermercados británicos. Pero lo llamativo es que su objetivo no es convertirse en un importador o distribuidor más. El empresario quiere hacer un ejercicio de diplomacia económica y cultural en el Reino Unido, y la responsabilidad final de poner en marcha la idea queda en manos de unos agricultores o unas cooperativas que deben aprender a extraer valor de su producción.-Es como la eterna queja de los españoles en el extranjero, cuando compran aceite de oliva italiano y comprueban en la etiqueta que está hecho con aceitunas españolas…“Exacto. Nosotros no somos vendedores de algarroba. Somos creadores de IP (propiedad intelectual, en sus siglas en inglés). Añadimos valor a los productos españoles, e intentamos reeducar al productor para que invierta en innovación, o en educación económica y financiera”, explica.Su otra empresa (tiene ya tres en marcha), la consultora Morapedros & Associates realiza un modelaje económico sistémico, que integra la geopolítica y la geoeconomía a la micro y a la macro. Todo este trabalenguas resulta mucho más sencillo de entender con un ejemplo concreto, que podría cambiar el modo en que las entidades bancarias se plantean la concesión de hipotecas a sus clientes. “Estamos preparando, para la banca minorista, un modelo de análisis de riesgo de crédito que va más allá del historial crediticio o la información laboral del cliente. Analizamos la tendencia o la prosperidad de la industria en la que trabaja, su paro potencial en un determinado país comparado con el panorama global…Es un modo de optimizar la adjudicación de hipotecas”, señala Mora.Aunque factura ya casi medio millón de libras al año (casi 600.000 euros), la vocación de este economista tiene un espíritu pro bono muy marcado, más intrigado por reinventar modelos empresariales aparentemente agotados o por introducir sostenibilidad y responsabilidad social y de gobernanza a las empresas.Su restaurante La Penya, en Greenwich, apenas estuvo tres meses abiertos. Era un laboratorio, un experimento para descubrir las ventajas de una comunicación constante con los clientes y una relación directa con agricultores, ganaderos y productores. El resultado, en forma de patente, es un modelo de negocio por el que ya han interesado potenciales clientes.O el proyecto iEarths, que rastrea preventivamente, con el fin de evitarlo, el riesgo de que una empresa haya podido beneficiarse, sin ser consciente de ellos, de la esclavitud laboral moderna. “Aplicamos teoría del comportamiento y teoría económica para prevenir el tráfico de personas (…) Se trata de que las industrias conozcan bien sus cadenas de suministro. En especial, la industria de la moda, la de la construcción y la agricultura”, señala Mora.

Jaume Mora Pedrós: La diplomacia de la algarroba: la batalla de un economista en Londres por resucitar el valor de los productos | Entrevistas Afterwork | Negocios
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