La fantasía del grupo de indie pop La Casa Azul comenzó a finales de los 90, cuando un joven Guille Milkyway le entregó una maqueta al locutor español Juan de Pablos, que la reprodujo en la radio pública del país. La idea de Milkyway (Barcelona, 50 años) era que su grupo fuera ficticio, una creación escondida tras el color de un dibujo animado, como hicieron The Archies en los 60. Esa dinámica daría un giro rotundo años después, cuando el cantante comenzaba a subir a los escenarios acompañado de músicos profesionales. Ya no estaba solo. Sus canciones suman ahora más de 600.000 oyentes mensuales en Spotify, y en el horizonte vislumbra con nervios su actuación en Ciudad de México, donde se subirá a la tarima del festival Sonorama el próximo 26 de abril.“[México] me recuerda un poco a los inicios, cuando todo era puro”, asegura tras la pantalla. Cubre su cabeza con una gorra y unas grandes lentes de espejo. Está rodeado por teclados, cables y un gran micrófono, en una habitación que bien podría ser el cubículo de un streamer. Durante la entrevista por videollamada, hablará de su paso por la capital, su evolución en la música y la complicada tarea de expresar ideas adultas en letras juveniles.Pregunta. Falta un mes para que comience Sonorama.Respuesta. Si te soy sincero, estoy supernervioso. Creo que no soy muy representativo de los grupos indies o underground que tocan habitualmente en México. Hemos estado una vez y me da un poco como la sensación de las primeras veces, de sufrir un poco porque salga todo bien. Me siento con cierta responsabilidad.P. ¿Qué novedad se puede dar a un público como el de México, acostumbrado a todo?R. Nosotros siempre nos hemos movido mucho en un perfil bajo, de intentar compartir con la gente que siente las cosas más o menos como nosotros. Esa manera de funcionar muy orgánica, sin demasiada necesidad de intentar impresionar. La relación que hemos creado con nuestro público es muy cercana. Hay muy poca necesidad de justificarse y de explicar lo que hacemos. Me acuerdo de que la otra vez que vinimos fue una de las dos o tres experiencias más bonitas de la historia del grupo. Lo recuerdo con mucho cariño y mucha intensidad emocional, y lo único que hicimos fue tocar y cantar. México me recordaba un poco a los inicios, cuando todo era puro. Es muy complicado no hacer un cliché, pero creo que en el público hay un elemento emocional, muy directo, de trasladar ese amor y respeto muy grande al artistaLa cantante española Soleá Morente junto a Milkyway.LA CASA AZULP. Hay un contraste entre su música alegre, y sus letras a menudo tristes. ¿Por qué cree que calan en el público?R. Pienso que es algo muy repetido en la historia de la música pop, y creo que no se ha hecho siempre de manera consciente. It’s my party [de Lesley Gore, 1963] es una canción tremendamente triste y muy alegre. A mí me sale de esa manera sin quererlo. Pienso que es falta de contención, de que todo se desata un poco. Tenemos una cierta apariencia de grupo que a veces hemos forzado, como extrañamente feliz. Aprendimos a contenernos mucho de mayores. Eso más adulto hace que yo pueda ser maduro en el discurso, pero no necesariamente en la parte más estética o de sonido.P. Ha llegado a decir que en sus primeros años tuvo problemas para desarrollar la banda porque le consideraban muy ñoño.R. Sí, claro, eso sigue estando ahí, está en mi vida también. En mi torno con amigos y colegas también saben que yo soy un poco ñoño. Me emociono con las cosas de manera fácil.P. Y optó por seguir adelante solo.R. No fue muy directo. Al principio, para qué te voy a engañar, te jode. A veces crees que en el fondo, quien te observa de esa manera, creen que eres un poco tonto, o que esto [el proyecto] es algo insulso, que no tiene ningún tipo de enjundia. Eso, cuando eres más joven, te obliga a justificarte. Una vez vas madurando, te das cuenta de que está bien. Yo me acepto tal y como soy, y es una parte que aprendí a amar de mí mismo, esa mirada un poco más infantil que a la vez me permite ser muy profundo en el discurso.P. ¿Esa idea infantil es una manera de enfrentar situaciones complicadas?R. Sí, puede ser. Está claro que hay cosas que están muy bien de madurar. Tengo claro que ser capaces de relativizar es como eso es algo que nos aporta bienestar a la vida. Pero hay muchas que no tanto, como entender que la música que hago no es nada importante en realidad. Es algo que para mí lo es en ese momento, me ayuda a expresarme ante el mundo de una manera mucho más natural. Me fascino, por ejemplo, con los elementos científicos que aluden a las certezas sobre la existencia del universo, pero como lo hacía de niño. Las preguntas que nos hacemos son muy parecidas a las que nos hacíamos de niños.P. Al comienzo no lo pasaba bien sobre el escenario. ¿Eso ha cambiado?R. Claramente. Es el gran cambio respecto al grupo. Para mí, La Casa Azul era un grupo de estudio, algo que nació en ese torno y la asignatura pendiente del directo estuvo siempre ahí. Y yo intentaba presentar esa fantasía del estudio al directo, pero era muy complicado. Decidí que esa felicidad que yo encontré en el estudio tenía que encontrarla también en directo. Y hace como siete u ocho años, decidí tomármelo súper en serio y monté un grupo como debe ser, con buenos músicos, grande en escena, que me permitiera presentar esa fantasía que considero que es La Casa Azul. Soy muy feliz ahora en directo, tanto que a veces hasta me da pereza volver al estudio. Así estamos.P. Quería que el proyecto le acompañase durante toda su vida. ¿Cree que será así?R. Es mi deseo profundo. Cuando digo eso, lo digo sin ninguna ambición de grandilocuencia ni nada. Es algo que me ha ido muy bien, me ayuda mucho, es como un amigo que lo tengo al lado y, como además no he tenido la suerte de estar acompañado por un sello discográfico que nunca me ha forzado a hacer nada, lo tomo como algo que tiene que estar ahí. Esto nació porque me resultaba más fácil hablar a través de La Casa Azul, que hablar de manera directa. Y me sigue pasando.

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