Que la justicia no solamente cojea, sino que muchas veces nunca llega; eso lo tenemos bien aprendido los colombianos. Poderosos y sanguinarios capos de los carteles, de las guerrillas o de los grupos paramilitares han salido impunes o con penas rebajadas, bien por cuenta de los procesos de paz o por simple ineficiencia de nuestro sistema judicial a la hora de ajustar las cuentas de la sociedad con esos que dedicaron su vida al crimen en niveles industriales.Por años, el excapo del cartel de Medellín, Carlos Lehder, peleó para que, al terminar su condena de tres décadas largas en los Estados Unidos (donde su testimonio contra el exdictador panameño Manuel Antonio Noriega lo salvó de la cadena perpetua), fuera enviado a Alemania –de donde era su papá– y no a Colombia, donde supuestamente su vida correría peligro. Salió de prisión a mediados del 2020 y, casi cinco años después, se apareció en el aeropuerto El Dorado, tratando de ingresar como un turista cualquiera al país del que fue extraditado en 1987, en plena época del narcoterrorismo desatado por él y las otras cabezas de lo que en ese momento era el cartel más poderoso en todo el mundo.Hoy, un juez de garantías de Bogotá tiene apenas horas para determinar si hay razones jurídicas para mantener detenido a Lehder, a quien le aparece apenas una condena en Colombia, a pesar de que, para el momento de su extradición, ya Pablo Escobar y su banda habían iniciado el exterminio del Nuevo Liberalismo, el movimiento de Luis Carlos Galán que en los 80 decidió no mirar para el otro lado mientras los narcos se tomaban la política colombiana. En abril de 1984, cuando el cartel mató al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, Lehder estaba en pleno apogeo de su poder criminal, por lo que su participación, o al menos conocimiento, del magnicidio son poco menos que una certeza.El carácter de crímenes de lesa humanidad, y por lo tanto imprescriptibles, que la justicia colombiana les ha dado a algunos de esos asesinatos contra el Nuevo Liberalismo eventualmente podría complicarle la vida al decadente mafioso que los colombianos vimos en las fotos y videos de este fin de semana.Pero no es un escenario tan probable. La condena social que tanta falta nos hace en estos tiempos de criminales exaltados por la televisión, las redes sociales y hasta los intereses políticos debería ser la respuesta de los colombianos al exconvicto que decide volver al país que fue escenario de sus crímenes.JHON TORRESEditor de EL TIEMPOEn X: @JhonTorresET

El regreso de Carlos Lehder al país
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