Richard Feynman se preguntaba cómo era posible adivinar el aspecto que tendría la parte desconocida de la materia una vez contemplado un fragmento de la misma. Con esta cuestión que aparece en La física de las palabras (Crítica), Feynman sacude nuestra historia científica y nos lleva hasta la cara oculta de la luna, la misma que permanece encubierta al otro lado del cielo debido a cierta sincronía cósmica: la luna gira sobre su eje mientras completa su vuelta alrededor de la Tierra.La cara oculta de la luna —The Dark Side of the Moon— se convirtió en un disco conceptual de Pink Floyd dedicado por entero a la locura, pero, mucho antes de convertirse en música, la cara oculta de la luna dejó de ser un misterio. Ocurrió en plena Guerra Fría, un 7 de octubre 1959. En mitad de la lucha por la carrera espacial la cara oculta fue visualizada por la sonda soviética Luna 3; una pequeña nave con su cámara analógica incorporada además de un cuarto oscuro para el revelado.Más informaciónDe no haber sido así, de no haberse revelado allí mismo, la película fotográfica se hubiese perdido al hacer su entrada en nuestra atmósfera. Imaginar esto y hacerlo posible resulta complicado, mucho más aún que imaginar cómo sería la cara oculta de la luna antes de ser descubierta. Las fotografías que llegaron a la Tierra muestran una esfera grisácea salpicada de lunares en la que no destaca diferencia alguna con su cara visible.Por seguir con las alturas y con el lenguaje del cosmos, Feynman dejó escrito en otra de sus citas que la “vastedad de los cielos” estimulaba su imaginación. “Mi pequeño ojo puede captar la luz de un millón de años de antigüedad”. Y este pensamiento nos lleva a descifrar la lectura del Tiempo, pues, en occidente sucede de izquierda a derecha, igual que nuestra escritura. De esta manera, la ubicación espacial del pasado se encuentra atrás y esto es erróneo, tal y como nos cuenta la astrofísica Ersilia Vaudo en su libro Mirabilis (Blackie); un viaje por la curiosidad científica donde el Tiempo nos ofrece su percepción natural, la misma que de él tienen otras culturas como la de los aimaras en los Andes o los yupnos de Papúa Nueva Guinea.Para dichas culturas el futuro está detrás de nosotros mientras que el pasado siempre aparece ante nuestros ojos. Algo “coherente” tal y como nos explica Vaudo, puesto que el Sol, las estrellas y las galaxias que vemos frente a nosotros “son en realidad proyecciones de un tiempo ya transcurrido”. Lo que sucede es que la magia de la luz y de su velocidad nos cambian el sentido espacial del Tiempo. Esto es sólo un detalle de los muchos que podemos encontrar en un interesante trabajo que alterna a Ezra Pound con Galileo y a Julian Barnes con Einstein, además de Voltaire con el astronauta Neil Armstrong.Ersilia Vaudo nos enseña cómo la física cuántica se abre paso por una grieta de la noche donde nos espera el manzano que inspiró a Newton junto al telescopio por el que Víctor Hugo experimentó la sacudida de lo real cuando vio por vez primera la luna. Si el libro de Richard Feynman nos descubre la curiosidad vital de un hombre de ciencia, el de Vaudo nos presenta la curiosidad como nuestro instinto más preciado, una pauta natural que cuando alcanza la ficción puede llegar a mostrarnos la otra cara de lo visibleEl hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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