Resulta fácil de imaginar: una persona está tumbada en la cama de su habitación en un piso compartido. Móvil en mano, desliza su dedo a través de un desfile infinito de fotos y vídeos en redes sociales. En ellos se suceden playas de agua turquesa, copas de vino en rooftops, cenas en restaurantes de moda y desayunos sanísimos, pero de apariencia apetitosa, servidos en la cama de un hotel. Va otorgando Me gusta sin pensárselo demasiado cuando, de repente, otra aplicación entra en escena por la parte de arriba de la pantalla. Es la de su banco, avisando de que una nueva factura acaba de reducir su saldo a un nivel alarmante.Casi todo en Instagram o TikTok parece lleno de felicidad, delgadez y belleza, algo que científicamente se ha comprobado que tiene terribles consecuencias sobre la salud mental; pero también de lujo, descanso y perfección. ¿Cómo nos influye esto último? Todo indica que de una manera igualmente negativa.Más informaciónDe la misma forma que la dismorfia corporal provoca que algunas personas se obsesionen con unos supuestos defectos físicos que, en realidad, son inexistentes o mínimos, hasta el punto de no reconocerse frente al espejo, expertos en finanzas personales están comenzado a bautizar la reacción que algunos sienten respecto a los lujos constantes que ven en redes sociales como “dismorfia financiera” o “dismorfia del dinero”. En este sentido, la dismorfia del dinero podría definirse como la percepción alterada de nuestra situación económica. Al ver que todo el mundo se pega la gran vida y se permite unos lujos que no nos podemos costear, nos sentimos pobres a pesar de que, en la mayoría de los casos, nuestra situación financiera es perfectamente normal y nos da para vivir sin muchos problemas.La dismorfia financiera en númerosAl tratarse de un fenómeno relativamente nuevo resulta complicado determinar el número de personas que se ven afectadas por esta situación. No obstante, parece probable que este sentimiento, en pequeñas dosis, haya afectado en algún momento a casi cualquier usuario de redes sociales. Todo depende de con quién nos comparemos.Algunos expertos bautizan la reacción que algunos sienten respecto a los lujos constantes que ven en redes sociales como “dismorfia financiera” o “dismorfia del dinero”.Xavier Lorenzo (Getty Images)Entre los pocos datos al respecto disponibles, hay un estudio realizado el año pasado entre estadounidenses mayores de edad, que concluyó que un 43% de los miembros de la Generación Z y un 41% de los millennials se ven afectados por este problema. Una cifra elevadísima en comparación con los datos de la Generación X (25%) y de los mayores de 59 años (14%). Según el mismo estudio, casi la mitad de los jóvenes (44% de la Gen Z y 46% de los millennials) reconocen estar obsesionados con la idea de ser ricos. Y aunque muchos consiguen ahorrar (el 37% de quienes sufren dismorfia financiera tienen más de 10.000 dólares ahorrados, y el 23% más de 30.000), la percepción no les acompaña: el 48% de la Gen Z y el 59% de los millennials sienten que se están quedando financieramente por detrás respecto a quienes les rodean.Estas distorsiones hacen que, también según los datos del estudio, se tomen malas decisiones financieras: el 95% de quienes sufren el problema dicen que les afecta negativamente. Un 40% asegura que les impide ahorrar, el 38% que les lleva a gastar más de la cuenta, el 32% a endeudarse más y el 30% a renunciar a objetivos como comprar una casa o pagar deudas. Todo esto mientras comparan su vida con la de otros (amigos, influencers o famosos) que parecen ir sobrados de dinero. La dismorfia financiera en EspañaAunque no existen datos específicos para España, no parece descabellado suponer que no andarán muy lejos de las cifras de Estados Unidos. Sobre todo si se tiene en cuenta los números de autopercepción financiera o la ansiedad generada por temas económicos entre los jóvenes españoles. Según datos de Funcas, solo un 7% de los jóvenes de 18 a 24 años consideró que 2024 fue un buen año en lo económico. Por otro lado, el 78% de la población en España experimenta inquietud por el aumento del coste de vida, afectando directamente a la Generación Z y los millennials. Las principales causas de ansiedad económica son el coste de vida (47%), la incertidumbre sobre el futuro (38%) y las finanzas personales (38%), según el informe Cigna Healthcare Vitality Study 2023.Ana trabaja en eventos y, más que con influencers o famosos, siente el dolor de la comparación con personas algo más cercanas: sus clientes. “Siento que vivo entre dos mundos”, explica. “En el de mi círculo cercano (familia, amigos, pareja) mi situación económica y la cantidad de tiempo libre del que dispongo está muy bien. Vivo una vida cómoda y que me gusta. Pero en mi círculo laboral, tengo la sensación de ser pobre al ver las casas, las vidas, las vacaciones, los trabajos o la manera en que se relacionan mis clientes con el mundo y con otras personas”.Según Funcas, el 78% de la población en España experimenta inquietud por el aumento del coste de vida, afectando directamente a la Generación Z y los ‘millennials’.Martin Barraud (Getty Images)Ver cómo sus clientes se pasan el invierno esquiando y el verano navegando en velero por el Mediterráneo provoca en Ana una fuerte sensación de desánimo. “Me doy cuenta de que la vida que tienen esas personas está muy condicionada por haber nacido en familias con dinero y que por mucho que yo trabaje y esté bien económicamente, mis amigos de la infancia nunca serán hijos de, nunca me he criado en ese entorno de privilegios económicos, contactos y cierto tipo de experiencias desde el nacimiento”. Por su parte, Sara considera que tiene un sueldo “normal”: conoce a muchas personas que cobran menos que ella y a algunas otras que cobran más, pero se sorprende al ver “que todo el rato están haciendo cosas: viajes, compras, cenas…“: ”No puedo permitirme vivir así, entonces entro en bucle y pienso que algo tengo que estar haciendo mal. ¿O es que realmente mi sueldo es muy bajo? No puedo encontrar una explicación”. “Me veo obligada a privarme de cosas”, continúa. “No voy al cine todo lo que me gustaría, por ejemplo. O no voy a conciertos ni ceno fuera casi nunca. Ver cómo todo el mundo parece que hace lo contrario es muy duro emocionalmente y me hace sentir una fracasada. Luego también me autoengaño y digo: ‘Unas vacaciones sí que me las puedo tomar, ¿no?’. Y no, no puedo”.Una trampa mental con consecuencias realesEn opinión de la psicóloga Saray Falcón, la dismorfia financiera se da más entre los jóvenes porque su identidad todavía se está construyendo y, en este proceso, las redes sociales son muy importantes ya que en muchos casos son utilizadas como un validador social. “Desde la psicología, podemos relacionar este fenómeno con la teoría de la comparación social [Festinger, 1954]que explica que las personas medimos nuestra valía y bienestar desde la comparación con el otro”, señala la experta. Y añade: “En la actualidad, las redes sociales nos exponen constantemente a modelos de vida envidiables. Las comparaciones suelen ser ascendentes, miramos siempre a quien aparenta tener más, lo que nos genera un sentimiento de insuficiencia que puede provocar una baja autoestima. Existen estudios (Fardouly et al., 2015) donde se muestra que hay una correlación entre el uso prolongado de las redes sociales y la insatisfacción con uno mismo, sobre todo si el contenido gira en torno al estatus”. También influye, según Falcón, la economía conductual, donde entran en juego sesgos cognitivos como el de disponibilidad. “Este sesgo hace que, cuanto más expuestos estamos a ciertos estímulos, más normales nos parecen”, comenta la psicóloga. “Por ejemplo, si en redes sociales vemos constantemente a personas viajando o comprando ropa a diario, nuestro cerebro puede interpretar ese estilo de vida como algo común, aunque en realidad solo representa a una minoría con privilegios, o incluso a personas que lo fingen. Esta percepción distorsionada puede generar expectativas irreales, lo que lleva a muchos a tomar decisiones financieras poco saludables: desde gastar más para encajar hasta limitarse en exceso por la presión social”.Desde la Fundación Nantik Lum, que impulsa la inclusión social y financiera de personas en situación vulnerable a través del emprendimiento y el acceso a microfinanzas, sus técnicos de Salud Financiera Amanda Espinel y Diego Floriano aseguran que se encuentran con este tipo de distorsión muy a menudo. “Estamos en un contexto socioeconómico que tiende a la precariedad, sobre todo de los más jóvenes, y esto es algo que en la entidad palpamos en muchas de las acciones que realizamos, sobre todo en las primeras tomas de contacto y las primeras intervenciones”, explican. Conscientes de que esta sobreexposición a modelos de conducta consumista impacta de forma muy negativa en las finanzas personales, sobre todo en la de aquellas personas con más bajos recursos, la fundación comparte en Instagram y Tik Tok contenido que “choca” con esa desinformación a la que los jóvenes están expuestos. “Nos parece interesante ‘contraatacar’ los bulos sobre temas como las criptomonedas o las inversiones; y lo hacemos con contenido atractivo y creado para informar a los más jóvenes y, sobre todo, prevenirles de futuros problemas económicos y estafas”.Entre los comportamientos “problemáticos” que los expertos han detectado entre los jóvenes que sufren este particular tipo de dismorfia destacan las compras compulsivas, el consumo irresponsable y las adicciones, las inversiones arriesgadas, las apuestas e incluso las estafas piramidales o los programas formativos fraudulentos.Cómo romper con la dismorfia del dineroAunque abandonar las redes sociales podría suponer un gran paso para librarse de la dismorfia del dinero, en un mundo en el que muchos aspectos de nuestra vida pasan por ellas parece un empeño poco realista. Desde la Fundación Nantik Lum recomiendan controlarla cultivando una relación consciente con el dinero, que implique parar, observar, reflexionar y entender no solo cuánto ingresamos y gastamos, sino también desde dónde lo hacemos. Los expertos recomiendan controlar la dismorfia financiera cultivando una relación consciente con el dinero.d3sign (Getty Images)“Promover espacios de educación financiera con enfoque crítico y emocional puede ser una estrategia útil”, aseguran. “Hablar abiertamente sobre dinero, en espacios seguros y sin juicios, también permite romper el tabú, desdramatizar y ampliar referentes más realistas y diversos. La realidad no es lo que se muestra en las redes”.Parece algo simple, pero por ahora a muchos les sigue sin resultar nada fácil recuperar y normalizar el derecho a decir “no me lo puedo permitir” sin sentir vergüenza. De conseguirlo, sería algo muy saludable para su salud mental. Algo casi imprescindible en un entorno económico como el actual, caracterizado por la inflación, la dificultad de acceso a la vivienda y la precariedad laboral.

Dismorfia del dinero: cuando las redes sociales nos hacen sentir pobres | Estilo de vida
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