Más de 15 líneas de texto ocupan el espacio para escribir un mensaje en WhatsApp, listas para ser enviadas. Jaime, un hombre de 25 años, lo ha escrito con avidez, dejando fluir sin control sus pensamientos. Lo que desarrolla en ese párrafo le provocará un terremoto emocional. Hace años, su impulsividad le hubiera lanzado a mandarlo, y luego esperar al tsunami de consecuencias. Sin embargo, cuenta, que ya no es así: “Antes era impulsivo a la hora de mandar mensajes, pero ahora lo pienso bastante más, sobre todo temas importantes. Hoy, con la mensajería instantánea, se queda todo marcado… cuando eres impulsivo al escribir, y luego te das cuenta de lo que has escrito, piensas: ‘¡Qué burrada!”, comenta.Según la doctora Marian González, psicóloga en el centro BalanCe, la impulsividad es un fenómeno que afecta a todos. “Es un ingrediente esencial de la desregulación emocional, que es poco saludable o adaptativa”, analiza. ¿Y qué suele haber detrás de esa impulsividad? Según la experta, es “una especie de automatismo en una gran dosis de inconsciencia, de actuar de una forma muy rápida, sin reflexión”.Más informaciónJaime decide borrar todo lo que ha escrito y, en su lugar, pone: “Mejor lo hablamos en persona”. La persona con la que estaba hablando acepta y quedan a una hora por la tarde, justo después de comer. Mientras bulle la olla, saca inconscientemente el móvil del bolsillo y abre Instagram. Uno, dos, tres… e incontables fotos y vídeos en bucle aparecen en la pantalla mientras desplaza el dedo hacia arriba, desinteresado. Cuando se da cuenta de que ha estado demasiado con el móvil, recoge la comida y se sienta para acabar rápido y marcharse. “En el mundo que vivimos ahora, todo va más rápido. Los reels los consumimos como si fueran petardos que explotan. Los ves, no los ves más, y se te olvidan”, considera. “La poca tolerancia al malestar emocional provoca que entremos en un bucle en el que buscamos continuamente emociones placenteras, rápidas y fuertes. Entonces, por ejemplo, nos enganchamos a las redes sociales o al ‘scroll’ infinito”, explica la psicóloga Marian González.Willie B. Thomas (Getty Images)Nos estamos entrenando para el consumo de contenidos, no para la reacción, ni mucho menos para la reflexión. Así lo piensa Anna Saumell, investigadora predoctoral del Departamento de Comunicación en la Universitat Pompeu Fabra, que explica que la solución a todo este tema está en el punto de la educación, pero también en saber educar. “Esto es una rama propia de investigación que se llama media literacy [educación mediática, en español]. Básicamente, es diseñar estrategias de aprendizaje para la vida diaria, de consumo de contenidos, para que no te dejes llevar por el mal camino. Si te dejas llevar, el cerebro se adapta al consumo pasivo, a la observación, al scroll infinito, y terminamos perdiendo la noción del tiempo. Es la pérdida de consciencia lo que nos está entrenando, que es esta persecución otra vez del estímulo fácil, de la gratificación a corto plazo. Y esto es el estar entretenido”, asegura.Estar sin hacer nada es algo que puede generar malestar en algunas personas y entonces de manera impulsiva e inconsciente cogen el móvil y se zambullen en la infinidad de posibilidades e información que este ofrece. “Hay un concepto clave que es la poca tolerancia al malestar emocional”, desarrolla González: “Entramos en una especie de bucle o patrón automático en el que buscamos continuamente emociones placenteras, rápidas y fuertes. Entonces, por ejemplo, nos enganchamos a las redes sociales o al scroll infinito. Son las emociones las que llevan las riendas”. La capacidad actual de obtener información de manera inmediata puede afectar a nuestra tolerancia a la incertidumbre.Tom Werner (Getty Images)La capacidad actual de obtener información de manera inmediata puede afectar a nuestra tolerancia a la incertidumbre. “La impulsividad y desregulación emocional nos afecta a todos. Lo que vivimos, el dónde y el cómo, están esculpiendo continuamente en nuestro cerebro esta idea. Pero puede alimentar los circuitos del bienestar psicológico, de la salud, el cuerpo, las relaciones y las sociedades sanas”, añade la psicóloga.Para ella, cada uno tenemos un perfil de impulsividad: “Puede ser a nivel cognitivo, el saltar de un pensamiento a otro en un segundo porque nuestra capacidad para prestar y mantener la atención está disminuyendo”. Eso, según la experta, también tiene una influencia en nuestras relaciones. “Y luego a nivel emocional, cuando las emociones llevan las riendas y hago lo primero que me sale, sin filtro y sin pensar. A nivel conductual, lo de hacer scroll nos produce un alivio momentáneo a ese malestar emocional”, afirma.Jaime se prepara y baja a la calle para coger el cercanías de Madrid y encontrarse en la zona centro con la persona con quien chateaba. Se sienta, y vuelve a mirar el móvil. Esta vez, entra en Wallapop para buscar productos que le interesan y comprarlos. Ha cambiado su conducta. “Antes, miraba por internet cosas que no necesitaba. No las analizaba bien y a la mínima me decía: ‘Venga, ya está, no te preocupes, me lo llevo‘, y eso me ha salido mal. Ahora, los productos que veo en línea y me gustan los comparo, me doy más tiempo, veo vídeos para analizarlos. Al estar generalmente sentado en un sitio, con el ordenador o el móvil, puedes reflexionarlo más. Pero en persona, lo miro, me gusta y lo compro”, desarrolla. Saumell explica esta conducta así: “En las aplicaciones de compras compulsivas, como TEMU o Aliexpress, las abres y antes incluso de poder comprar o ver qué quieres o incluso buscar, te saltan ruletas y juegos. El proceso de compra y de captar la atención del público está muy gamificado”. “Hay gente que ha reportado que se siente mal por el doble ‘check’ azul, que hace que la persona emisora del mensaje sepa que la receptora lo ha leído”, comenta Anna Saumell, investigadora predoctoral en la Universitat Pompeu Fabra.stockcam (Getty Images)Mientras Jaime analiza en redes los productos que puede adquirir, le salta un mensaje de WhatsApp de otra persona, pero no lo abre, y lo deja para contestar después. No siente que, si tarda en contestar, esté demostrando que está enfadado o tenga desinterés. Pero hay personas a las que sí se les despiertan esos sentimientos. “Hay gente que ha reportado que se siente mal por esto [el doble check azul, que hace que la persona emisora del mensaje sepa que la receptora lo ha leído]y precisamente por eso existe la opción de deshabilitarlo. A estas personas que les pone nerviosas esta situación les aconsejo que lo quiten”, recomienda Saumell.La impulsividad podemos verla en un extremo, pero en el otro se encuentra la tendencia a pensárselo todo demasiado. Y, para la psicóloga, somos mejores personas cuando tenemos una posición más equilibrada. “La clave para mí en las intervenciones es fomentar la autoconciencia, el autoconocimiento de los propios patrones y de esos ‘gatillos’ que activan la impulsividad”.Además, González indica que hay varias formas de entrenar la mente. Una es a nivel más emocional: “Hay que aprender a reconciliarnos, no solo a tolerar las emociones, sino comprenderlas. Una clave que trabajamos mucho es la conciencia corporal, técnicamente la interocepción. Es ver cómo me siento, por ejemplo, cuando le doy a responder o cuando el otro no me responde. Sin conciencia corporal no hay inteligencia emocional auténtica”. Y la experta añade y describe el segundo nivel: “A nivel cognitivo, podemos activar la reflexión. Simplemente, pensar en las consecuencias de lo que voy a hacer. Cuando estamos ante emociones intensas, o presas de la impulsividad, tiramos de algo rápido. No estamos mirando más allá. Hay algo que se llama periodo refractario, que es una especie de filtro que tiñe la forma en la que pensamos; esas barbaridades que pensamos a veces sobre la persona con la que nos hemos enfadado. Y otro elemento muy importante es la persistencia. Hay que entrenarla, lo que llamo la disciplina sana: retrasar la respuesta un segundo o más tiempo, o mantener la atención en tareas aburridas”.La impulsividad podemos verla en un extremo, pero en el otro está la tendencia a pensárselo todo demasiado. Y, para González,es mejor cuando tenemos una posición más equilibradalechatnoir (Getty Images)Al llegar a la parada correspondiente, Jaime sube las escaleras hasta la calle y se acerca a la cafetería donde ha quedado. Habla con la otra persona, que es alguien con quien puede establecer un contrato de colaboración. Después de la conversación, siente que no puede desaprovechar esa oportunidad y no se da margen para aceptar la propuesta. “Aunque me gustaría ser menos impulsivo, en enfados repentinos y fugaces, por ejemplo, sí que pienso que es una cualidad positiva. Gracias a esa impulsividad he conseguido trabajos o hacer nuevos amigos. Hago muchas cosas y no siento que las deje a la mitad la mayoría de las veces”. Porque la impulsividad, como comenta González, “es como un fuego, uno inmediato que a veces nos puede quemar, pero que también, bien encauzado, tiene su puntillo”. Se trata de que cada uno encuentre ese punto de equilibrio.

Cuando actuar rápido sale caro: el coste emocional de la impulsividad | Estilo de vida
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