¿Quién no ha sufrido alguna vez, tras horas sentado en la silla, una desagradable sensación de entumecimiento en la zona baja de la espalda? Según los especialistas, el 80% de la población experimentará molestias de este tipo al menos una vez en la vida. El problema, además de masivo y sanitario, tiene importantes derivadas sociales y económicas: en España, el gasto en lumbalgia y cervicalgia asciende a los 9.000 millones de euros, según un informe de 2023 del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos. “Es un dolor universal. Los discos vertebrales y las articulaciones de la columna muestran cambios degenerativos relativamente pronto. La existencia de cierto envejecimiento en la columna vertebral es muy habitual a partir de los 40 años, pero, aunque incrementa algo el riesgo de padecer dolor, el envejecimiento normal de la columna no es un factor determinante en la aparición del dolor”, explica el doctor Ferran Pellisé, traumatólogo y responsable de la unidad de Columna del Hospital Quirónsalud Barcelona.Dolor lumbar: cuándo alarmarse y cuándo noPrecisamente, son esos cambios morfológicos que se dan en los discos vertebrales ―la parte no ósea de la columna que ejerce de articulación― y que se observan en mucha gente sin ningún síntoma los que conviene diferenciar de las patologías de columna, que sería todo aquello “asociado a síntomas que modifican claramente la calidad de vida de las personas”, precisa Pellisé. “Si hacemos una resonancia magnética a población sin dolor, asintomática y en el rango de los 25 años, comprobaremos que en el 30% de los casos los discos han sufrido ya cambios morfológicos degenerativos. A los 40 años la cifra se eleva al 60%. Y a partir de los 60 años, todo el mundo va a tener algún cambio degenerativo en la columna. Pero eso no significa que vayamos a desarrollar una patología”, detalla.La lumbalgia, también conocida como lumbago o dolor lumbar, sí se puede considerar una patología, sobre todo si cronifica. Y es precisamente la más frecuente: aglutina el 55% de los casos y es además una de las primeras causas de incapacidad temporal. Lo positivo, retoma Pellisé, es que el 85% de estos dolores son autorresolutivos ―resuelven espontáneamente, sin dejar de hacer vida normal―, respecto a un 15% en los que el dolor puede cronificarse. Dentro de las lumbalgias se distinguen dos tipos: las que se asocian a signos de alarma y las que no, el llamado dolor lumbar inespecífico. “La existencia de signos de alarma indica que la lumbalgia puede estar causada por alguna enfermedad específica. Son, entre otros, el dolor asociado a la fiebre, que podría indicar la existencia de una infección de la columna; el dolor asociado a un traumatismo, que podría indicar la existencia de una fractura; un dolor lumbar que se produce durante un cáncer, lo que puede indicar que hay metástasis; dolor lumbar a la vez que dolor en una pierna, que puede sugerir la compresión de un nervio; dolor lumbar asociado a incontinencia, que sugiere compresión de los nervios sacros…”, enumera Pellisé. Son la menor parte de los casos, pero “si estos signos de alarma se dan, conviene consultar al especialista cuanto antes”, incide el doctor.Además de la lumbalgia inespecífica, Pellisé destaca otras dos patologías. La primera es la archiconocida ciática por hernia discal, que se produce cuando una parte del contenido del disco intervertebral se sale de su posición y presiona una raíz nerviosa en la columna. “La mayoría de las hernias no causan compresión de las raíces nerviosas y no dan síntomas. Son hallazgos casuales en la resonancia. Las hernias discales pueden sucederle a personas de cualquier edad, pero son más frecuentes en los adultos jóvenes con discos grandes. También forman parte del proceso de desgaste natural de la columna”, explica. “Cuando la hernia comprime algún nervio y genera síntomas, en el 80% de los casos el dolor es transitorio y suele remitir en un periodo de unas seis semanas”. El doctor señala que, según varios estudios con gemelos idénticos, la existencia de cambios degenerativos en la columna, incluyendo la existencia de hernias discales, se explican básicamente por factores genéticos. La predisposición individual y los factores genéticos explican en un 85% la existencia de hernias discales. “Misma carga genética, mismo patrón de envejecimiento”, apostilla. Por tanto, los componentes externos, como por ejemplo sufrir un accidente o determinados hábitos laborales y deportivos, tan solo explican el 15% de los casos.

Así se produce la hernia discal

Vértebra sana

Vértebra herniada

El disco intervertebral, formado por el núcleo pulposo y el anillo fibroso, tiene como misión distribuir las cargas y las presiones que soporta la columna.

Es capaz de deformarse y volver a su forma original tras un movimiento de extensión.

Una hernia discal se produce cuando el material del núcleo pulposo se sale del anillo a causa de su deterioro natural.

Sucede entonces que una parte del disco, al no poder volver a su estado natural, presiona la raíz nerviosa, pudiendo causar dolor en brazos o piernas.

La otra patología es la estenosis de canal, que suele asomar con más frecuencia en la población mayor, y que consiste en un estrechamiento del canal medular por donde pasan los nervios, que los acaba comprimiendo. “El canal medular se puede obturar de golpe porque se mete un trozo de disco, por ejemplo, o de forma muy progresiva porque el canal se calcifica y reduce poco a poco”, detalla Pellisé. Un síntoma sospechoso es el dolor en piernas al andar o estar de pie tan solo unos minutos. “Las personas que la sufren tienden a querer sentarse poco tiempo después de empezar a caminar o de estar de pie. Es un patrón a vigilar”, advierte el doctor.Tratamiento conservador, la opción que debe primarEn pocos episodios de dolor de espalda, coinciden los especialistas, es necesaria la cirugía. “La opción quirúrgica cobra sentido”, entiende Pellisé, “en hernias discales en las que el dolor perdura más de seis semanas, o cuando notamos que los músculos se debilitan, como por ejemplo los del pie”. La intervención, en pacientes bien seleccionados, resuelve el dolor en el 95% de los casos, tanto en la hernia discal como en la estenosis, y es un procedimiento “relativamente sencillo”.Pero la mayor parte de dolencias de espalda se resuelven con un tratamiento conservador, aquel que combina ejercicios de fortalecimiento, analgesia y fisioterapia. Es la tendencia médica predominante porque invade poco al paciente y en la mayor parte de los casos no sacrifica efectividad. Almudena Fernández-Bravo, jefa asociada del servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid), destierra uno de los mitos de este tipo de tratamiento, el del reposo prolongado: “Hay que educar al paciente. Y el reposo solo se debe realizar los primeros días, mientras el dolor es muy incapacitante. En cuanto el dolor va cediendo hay que comenzar a moverse. Es un aspecto muy importante para la recuperación”. En esas primeras medidas se incluye también la analgesia, que es recomendable para reducir las molestias, y la aplicación de calor local seco. “Unos veinte minutos y dos o tres veces al día”, precisa.Sin embargo, el tratamiento conservador tiene un pilar que sobresale por encima de todo lo demás: el fortalecimiento de la musculatura del abdomen y la región lumbar. Esa es, según la Fernández-Bravo, la mejor prevención: “El ejercicio de estabilización del core permite crear una faja natural en el cuerpo. Está demostrado que a medio-largo plazo mejora el dolor, la discapacidad y la calidad de vida”. ¿Y qué hacemos si el dolor nos incapacita? “La idea es reducirlo siempre que se pueda, con infiltraciones o analgésicos, para que el paciente no deje de hacer ejercicio”, señala.

Siete ejercicios para fortalecer el ‘core’

Plancha
Apoya los antebrazos y los dedos de los pies en el suelo, manteniendo el cuerpo recto desde la cabeza hasta los pies. Haz fuerza con el abdomen y mantén la posición durante varios segundos.

Plancha lateral
Apoya un antebrazo y el lateral de un pie en el suelo, manteniendo el cuerpo recto. Repite del otro lado.

Abdominales
Túmbate y levanta el tronco hasta que formes un ángulo de 90 grados con tus piernas.

Elevaciones de piernas
Túmbate boca arriba con las piernas extendidas y levántalas lentamente hacia el techo sin que toquen el suelo.

Puente
Túmbate boca arriba con las rodillas flexionadas y levanta la cadera del suelo mientras contraes los glúteos.

Bivalvo
Túmbate de lado, en una posición cómoda para el cuello, con las piernas un poco adelantadas, las rodillas flexionadas y los talones juntos. Eleva la pierna de arriba separando las rodillas, manteniendo los talones juntos.

Camello gato
Sitúa las manos a la altura de los hombros y las rodillas a la altura de las caderas. Curva la columna hacia arriba, flexionando el cuello. Arquea la columna hacia abajo, extendiendo el cuello.

Para el dolor crónico inespecífico asociado a cambios degenerativos propios de la edad y sin compresión de los nervios, explica Pellisé, cada vez se hace más hincapié en un “enfoque biopsicosocial”: “Es un problema multidisciplinar. Entra en juego la parte biológica, que sería el ejercicio; la parte mental, los posibles problemas psicológicos derivados de esta afección; y la parte social; que trataría del contexto más inmediato del paciente”. De hecho, prosigue, existen factores psicosociales que predisponen a un paciente a que el dolor lumbar se cronifique: “El sedentarismo, la tendencia a la depresión, el miedo a salir de casa, el estrés, la ansiedad… Son las llamadas yellowflags y tenemos que contemplarlas porque son un factor de riesgo de cronificación bien conocido”.Hacia una mejor higiene posturalDe la misma manera que el ejercicio es esencial en la prevención del dolor de espalda, la higiene postural cobra cada vez más importancia en un mundo sedentario y repleto de aparatos que nos hacen encorvar el cuello más de lo que nos gustaría. Javier Herrero, fisioterapeuta del Health Center Quirónprevención (Madrid), explica cuál debería ser el kilómetro cero: “En una jornada de trabajo de ocho horas hay que levantarse cada 30 minutos, caminar un rato y estirar. Puede parecer obvio, pero cuando estamos inmersos en una tarea lo más probable es que se nos olvide”.Tanto en la oficina como en casa, “una buena higiene postural pasa por evitar las posiciones mantenidas y tratar, en la medida de lo posible, de mantener las curvaturas de la espalda”, sintetiza el fisioterapeuta. A la hora de dormir, eso sí, la cosa se complica: la mayoría de la gente sabe cómo se acuesta, pero no cómo se levanta. “La posición más recomendada es la fetal, de lado y con un pequeño cojín o almohada entre las piernas. Si nos dormimos boca arriba es bueno colocar una pequeña almohada o cojín en las lumbares. Boca abajo es la posición menos recomendada”, especifica. Además de estos hábitos, conviene “conocer nuestros propios patrones”: “Si sabes que durante los periodos de estrés laboral sufres de las cervicales, lo suyo es prevenir e ir al especialista. No dejar que el dolor evolucione y se produzcan migrañas, contracturas…”, señala.En su consulta de fisioterapia, Herrero alerta de que cada vez atiende a más gente joven con sobrecargas musculares en las cervicales, pero también en las manos e incluso en los dedos: “Muchas veces en el pulgar, que es el dedo que más se usa en el móvil. Pasa mucho en época de exámenes”, detalla. Por eso el dolor de espalda es un asunto que requiere, opina Pellisé, de una conciencia decidida y global. “Hemos visto países que han hecho campañas contra el dolor lumbar como si fuese contra el tabaco. Hay que insistir en la importancia de moverse. No te pares. No te encames”, subraya. Y, al tiempo, controlar lo que está en nuestra mano, concluye Herrero: “Ejercicio, una higiene postural adecuada y acudir a los profesionales para evitar que una dolencia sencilla se complique y cronifique”.

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