¿Cuánto cabe en un centímetro? ¿Cuánto cabe en siete centímetros y un grito desgarrador como el músculo desgarrado en un muslo hasta una décima antes potente, lleno de fuerza, perfecto?En un centímetro, entre los 8,13m del fenómeno búlgaro Bozhidar Saraboyukov, oro, y los 8,12m del italiano Mattia Furlani y el español Lester Lescay, bronce, caben las tres medallas de la final masculina de salto de longitud de Apeldoorn, pobre en marcas, única en tensión, emoción y dolor. En siete centímetros más, bajando hasta los 8,06m, entran la voluntad y la valentía, la desesperación y la crueldad, y Jaime Guerra, el atleta que más ha saltado, acometiendo más rápido, más fuerte, que nunca su sexto salto, el definitivo, el que debería coronarlo como merece. Bate bien, vuela mal, cae peor. Clava el pie derecho y el isquio izquierdo, el bíceps femoral, se rasga. No emerge triunfador del foso de arena como minutos antes Ana Peleteiro el noi de Sant Boi, tan espectacular como desafortunado, víctima cruel de su propia potencia. Sale en camilla, una venda de urgencia en su muslo aplicada por el fiel Miquel Àngel Cos, las manos que ven mejor que nadie el sufrimiento de organismos tan perfectos como frágiles. Llegaba para ganar y batir el récord de Cataluña (8,23m). Lo buscó. Lo rozó. Cayó.Desde las tribunas, poco después, Luis Felipe Méliz le lanza una bandera de España a su pupilo feliz. Un tallo cubano de 23 años, que ha pasado por las mismas incertidumbres que él, y que disputa como español su primera competición, tan recientemente le llegó el transfer internacional, y el año pasado ya saltó 8,35m.Una mañana en la pista de atletismo de Guadalajara, una mañana de marzo fea, ruido de autopista, nubes oscuras, viento serrano, da para mucho. Da para ver bailar a Yulimar Rojas sobre su pie sanado y trotar dos vueltas a la pista junto a Juan Miguel Echevarría, el saltador con los nueve metros en sus piernas y una historia de imposibles; y mientras se goza de la salsa panameña y de la utopía de volver a ver a Echevarría por encima de los 8,70m, hablar con Pedro Figueroa, que voló desde Cuba a España en 1997 con su mujer, la atleta de 400m Odalmis Limonta, y es un magnífico entrenador al que consulta Iván Pedroso, maestro del triple y de Jordan Díaz y de Yulimar, y que después de trabajar en Mallorca y en La Línea, se ha establecido en la capital alcarreña, donde crece por él regada la magnífica saltadora Carmen Rosales, alcarreña, tan joven.Los tres grupos de entrenamiento dirigidos por Pedroso, Méliz y Figueroa son uno.Con Figueroa también conferencia Méliz, y aquello es un pequeño rincón hermoso de lo que podría ser el centro de alto rendimiento de La Habana si todos no se hubieran visto obligados a buscar el pan en España, y aun con pasaporte español siempre se sienten cubanos, y volverían, tanta melancolía, como volvería Lescay, de la generación de Echevarría y Jordan Díaz, que llegó de Santiago en 2022 tras el amor de una mujer, una joven de Castellón con la que se casó, y en Méliz, saltador que como español fue plata en los Europeos de 2012 (8,21m), encontró al entrenador ideal. Salta tocado y solo hace un salto válido, el que le da el bronce y le permite seguir soñando.La tribuna de entrenadores de Apeldoorn da para mucho también. Iván Pedroso sostiene en brazos a Lúa, la hija de Peleteiro y Compaoré, que ríen a su lado. La entrenadora María Durán se ha ido volando en cuanto ha visto a su pupilo Jaime Guerra gritar desgarrado y François Beoringyan sonríe por fin, tranquilo, relajado. Su pupilo, Asier Martínez, ha recobrado la vida y disputará la final de 60m vallas poco después. “Pase lo que pase, ya estamos bien”, dice Beoringyan, un parisino alegre por naturaleza al que la crisis de su vallista tenía mustio. “No sabíamos qué pasaba hasta que en su cabeza ha encajado todo. Estaba perfecto. Entrenaba perfecto, y hasta estuvimos en París entrenando con Wilhem Belocian y le mantenía el pulso, pero luego no sabía competir. Hasta que aquí todo sale”.Las esperanzas españolas de una final triunfal con tres atletas de los ocho vistiendo del naranja Joma para la ocasión se frustran antes de comenzar. Anunciado como uno de los favoritos, el valenciano Quique Llopis se lesiona calentando y no arriesga, no corre. “Ahora, a pensar en el aire libre”, dice, esperanzado, el vallista de Bellreguard. “La pista cubierta solo la hago para competir, para tener ritmo de carrera. Lo importante son los 110m vallas del verano”.Contempla desde las gradas una final de viejos conocidos. El vuelo de Jordán, que termina cuarto (7,54s) una carrera ganada en la última valla por el polaco Jakub Szymanski (7,43s), por delante de los franceses Belocian (7,45s) y Just Kwaou-Mathey (7,50s). Asier Martínez es séptimo (7,68s).Cuando terminan, aún está hablando Jakob Ingebrigsten, para quien el atletismo no parece ni sufrimiento ni tensión ni crueldad ni exaltación sino solamente un paseo agradable por el parque, y así gana la final de los 1.500m (3m 36,56s) por delante del francés Azeddine Habz (3m 36,92s) y el portugués Isaac Nader (3m 37,10s), y dice, sin levantar la voz: “Estoy a mitad de la faena. Aún me queda ganar los 3.000m el domingo”.

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