Si hay un material que define nuestra época, ese es el plástico: está en todo y en todas partes. Han sido los protagonistas de grandes avances médicos y tecnológicos, pero también están dejando una huella perpetua —y peligrosa— en la salud de la humanidad. Una revisión científica internacional, publicada este domingo en la revista The Lancet, ha recopilado todos los daños —conocidos— que provoca la exposición a los plásticos y ha lanzado una advertencia importante: ya hay pruebas suficientes de que vivir rodeados de estos polímeros representa riesgos “graves, crecientes y subestimados” para los humanos en todas las etapas de la vida. Los científicos mandan esta señal de alerta a la vez que avisan de que esta crisis de contaminación plástica en la que está inmersa el mundo “no es inevitable”. Por eso, acompaña a su análisis el anuncio de la puesta en marcha de un sistema de vigilancia para monitorizar el progreso hacia la reducción de la exposición al plástico y la mitigación de sus daños para la salud humana y del planeta. Ahora bien, la empresa no será fácil, presumen. Sobre todo, porque hay tres factores que ya de entrada juegan en contra: la producción mundial de plástico se está acelerando, el reciclaje es inadecuado —solo se procesa el 10%; el 90% se quema, se desecha en vertederos o se acumula en el medioambiente— y, a diferencia de otros materiales, el plástico no se biodegrada fácilmente (se fragmenta en partículas más pequeñas y persiste durante décadas).Más informaciónNo se sabe todo acerca del impacto de los plásticos en la salud. Pero lo que se sabe no son buenas noticias. “Ahora sabemos que causan enfermedades, discapacidades y muerte prematura en todas las etapas de su ciclo de vida: desde la extracción del gas y el petróleo, principales materias primas de los plásticos, hasta su producción, su uso y su posterior eliminación en el medio ambiente como residuos plásticos”, sintetiza Philip Landrigan, director del Observatorio Global sobre la Salud Planetaria y autor del artículo. El escenario futuro tampoco es muy halagüeño, abunda: “Estos daños se agravan a medida que la producción mundial de plástico continúa aumentando: se ha multiplicado por 250 desde 1950 y se prevé que se duplique de nuevo para 2040 y se triplique para 2060 si no se controlan las tendencias actuales”. Los daños son a varios niveles y en diferentes contextos. El caso más claro y directo es el de las personas que trabajan en la producción de plástico, pues están expuestas a numerosas sustancias químicas tóxicas que pueden provocar graves enfermedades, como cáncer y dolencias neurológicas, apunta Landrigan. La Comisión de Minderoo-Mónaco, que examinó el impacto en la salud de los plásticos, calculó que en 2015 se produjeron alrededor de 32.000 muertes prematuras a nivel mundial entre este colectivo.Pero más allá del lugar de trabajo, la producción de plástico también contamina el aire, el agua y el suelo. Y se dispersan en diminutas partículas fuera de las fábricas. Ya se ha descrito, de hecho, un aumento de las enfermedades y muertes prematuras en comunidades cercanas a pozos de petróleo y gas. Y un estudio calculó que en 2015, la emisión de partículas finas (PM2,5) derivadas de la producción de plásticos causó 158.000 muertes prematuras (la mayoría en China y otras partes de Asia).Enigmáticas sustancias químicasCon los plásticos se da también la circunstancia de que el origen de los peligros para la salud no está solo en el polímero mismo, sino también en las sustancias químicas que lo acompañan. Estos materiales pueden contener más de 16.000 distintas, muchas con un efecto dañino para la salud de dimensiones desconocidas. “La mayoría de estos daños conocidos se deben a las sustancias químicas presentes en los plásticos, que se filtran de los productos plásticos durante su uso y llegan a las personas, especialmente a los niños”, alerta Landrigan.Un metaanálisis que revisó estudios y datos de cerca de 1,5 millones de personas encontró “evidencia consistente de múltiples efectos en la salud en todas las etapas de la vida humana para muchas sustancias químicas plásticas”, cuentan los científicos en The Lancet. Un riesgo, por cierto, especialmente elevado para los bebés en el útero materno y los niños más pequeños. Los daños reportados van desde un deterioro del potencial reproductivo (síndrome de ovario poliquístico y endometriosis), hasta efectos perinatales (aborto espontáneo, bajo peso al nacer), disminución de la función cognitiva, resistencia a la insulina, hipertensión y obesidad infantil; y en adultos, también diabetes, enfermedades cardiovasculares, ictus, obesidad y cáncer.Una forma de entrar en contacto directo con estas sustancias químicas vinculadas a los plásticos es a través de los alimentos. Otra revisión con cerca de un millar de estudios analizados sobre materiales plásticos en contacto con comida reveló que el 40% de unas 3.700 sustancias químicas analizadas se liberan en los alimentos en determinadas circunstancias. Influye, por ejemplo, la exposición a temperaturas altas (al calentar comida en un táper de plástico en el microondas) o el contenido de grasa y acidez de los alimentos.Detalle de una mano con diminutos trozos de plástico.Svetlozar Hristov (Getty Images)Pero alrededor de estas sustancias químicas hay un inmenso vacío de conocimiento: no se sabe nada sobre los riesgos de más de dos tercios de las sustancias químicas plásticas conocidas. Y de las que hay datos, aproximadamente el 75% —esto es, unas 4.200 sustancias— se han considerado “altamente peligrosas por sus efectos tóxicos, su persistencia, su bioacumulación y su movilidad”, alertan los científicos el artículo. Los investigadores también denuncian que, a pesar de su expansión en el ambiente y en la vida cotidiana, estas sustancias están sujetas a un escrutinio y vigilancia mucho menor que las empleadas en otros ámbitos, como el sector farmacéutico.Microplásticos en las entrañasEl otro quebradero de cabeza para la comunidad científica son los microplásticos. Esto es, diminutas partículas de estos polímeros que infestan el globo y que, al respirar o comer, alcanzan nuestro torrente sanguíneo y se cuelan hasta las entrañas. Ya se han identificado, incluso, dentro del hígado, el riñón, el intestino o el cerebro humano. Y se presumen nocivos, aunque la comunidad científica todavía desconoce el impacto real en la salud de estos minúsculos materiales. Por lo pronto, los expertos tienen indicios de que provocan daños en el ADN de las células y sospechan que pueden espolear numerosas dolencias, desde inflamatorias hasta cardiovasculares.Ricard Marcos, catedrático emérito de Genética en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador en el proyecto europeo PlasticHeal, centrado en descifrar el impacto de los microplásticos en la salud, desgrana uno de los grandes problemas para evaluar los riesgos de los microplásticos: “Los niveles de exposición y la población bajo estos niveles es lo realmente relevante. Y es lo que no sabemos. Los microplásticos son un segmento de todo un proceso de degradación y, cuanto más pequeño es el diámetro de las piezas, el riesgo es mayor porque tiene más capacidad de dispersarse por el organismo”. El científico, que no ha participado en el artículo de The Lancet, admite que, cuando se entra en la escala nano, con partículas cada vez más diminutas, no hay manera de cuantificar los niveles de exposición de riesgo.Marcos coincide, sin embargo, en que el impacto de los microplásticos es “alarmante” y este artículo científico, aunque “no aporta nada nuevo”, sí deja patente “la urgencia” del problema.El peligro de los residuosToda la cadena de vida de un plástico pasa factura a la salud. También la gestión de estos materiales como residuos. El colectivo de trabajadores que se dedican al reciclaje también son grupos de especial riesgo, avisan los expertos en The Lancet. Sea por su exposición a la quema de residuos o por clasificar plásticos de desecho que pueden estar contaminados con otros químicos tóxicos, los efectos reportados en la salud oscilan en una amalgama de cuadros que van, desde lesiones traumáticas y quemaduras, hasta enfermedades respiratorias, abortos espontáneos y cáncer. “Una práctica particularmente peligrosa es la quema a cielo abierto de cables de ordenador recubiertos de PVC para recuperar cobre, lo que libera humo negro que contiene dioxinas, benceno y partículas finas (PM2,5) en el aire”, destacan los autores.La advertencia científica llega en vísperas de la ronda final de negociaciones de los Estados miembros de la ONU —se reunirán en Ginebra (Suiza) del 5 al 14 de agosto de 2025— para concluir un tratado mundial sobre los plásticos que ponga fin a la contaminación plástica. Los científicos llaman a no demorar más la toma de decisiones. “Los Estados deben tomar en serio el problema del plástico y ser ambiciosos en sus esfuerzos”, expone Landrigan.El científico apunta un par claves que debe contener el tratado para proteger la salud humana: un límite global a la producción de plástico (especialmente para reducir el de un solo uso) y regulaciones sobre las más de 16.000 sustancias químicas que hay en los plásticos, con análisis sobre su toxicidad y la retirada del mercado de las sustancias más peligrosas.

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