“Le pido que tenga piedad, señor presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que sus padres sean llevados”. El discurso que pronunció la obispa episcopal Mariann Edgar Budde frente a Trump un día después de su investidura sonaba ahora en la catedral americana de París mientras un batallón de modelos, la mayoría latinos, salían en tropel liderados por Willy Chavarria, que vestía una camiseta en la que podía leerse How we love is who we are (la forma en que amamos es quienes somos). Aquel desfile, celebrado el pasado enero, era el primero del diseñador en la capital francesa tras una década presentando sus colecciones en Nueva York: “Queríamos que fuera un momento poderoso”, explica. “Empecé con la marca hace 10 años y el mensaje era básicamente el mismo de ahora. Ni siquiera quiero mencionar su nombre…, pero empezaba el primer mandato de Trump, y yo me propuse hacer un desfile muy muy político. Fue arriesgado, porque cada vez menos gente integra la opinión política en la moda, pero el público no lo rechazó, al contrario, conectó con gente que por fin se sentía vista y escuchada”. Esa gente de la que habla es migrante y queer, como él. Gente que siempre ha corrido peligro, pero ahora más que nunca. Por eso el diseñador quiso trasladarse a París, para amplificar su mensaje fuera de las fronteras norte­americanas: “Creo que es importante escucharnos, dada la situación que estamos viviendo”, comenta.Chavarria no se ajusta a ese mito de diseñador vocacional que, fascinado por la televisión y las revistas, comenzó a bocetar desde pequeño. Ni siquiera quería ser diseñador. De padre mexicano y madre irlandesa, creció en Fresno (California), una región con un alto porcentaje de población latina, mucha de ella dedicada a la agricultura. Se trasladó a San Francisco a estudiar diseño gráfico y se pagaba los estudios trabajando en el centro logístico de Joe Boxer, una marca de ropa interior famosa en Estados Unidos y Canadá. Decidió probar suerte con una beca en el departamento de diseño. Pocos años después, se trasladaba a Nueva York para trabajar en Ralph Lauren. “Era como un ciervo paralizado por los faros de un coche. Estaba totalmente en shock, fue un cambio brutal. Pasar de mi vida a Nueva York. Con toda esta gente vestida de forma increíble a diario, gente que no se habla, que hace cola para comprar una ensalada… Aguanté porque quería aprender, empaparme de todo”, rememora. Aguantó tres décadas, pasó por varias marcas, y llegó a ser vicepresidente de diseño de Calvin Klein (lo dejó hace pocos meses). Tenía 45 años cuando se lanzó a crear su marca homónima. “He trabajado en muchísimos sitios y en todos ha habido una influencia de la cultura latina, en concreto mexicana. Pero nadie la ha acreditado como merece. La moda nunca la ha celebrado. Así que me dije: ‘Hazlo tú, que eres chicano”.Los diseños de Willy Chavarria, creador estadounidense con raíces mexicanas, deconstruyen la masculinidad y redefinen la idea de virilidad. En la imagen, modelo con ‘total look’ de la colección primavera-verano 2025 de Chavarria.Mikael SchulzLos diseños de Chavarria beben de muchas fuentes: pantalones anchísimos inspirados en los ‘zoot suits’ de los pachucos; la subcultura chicana del sur de California que utilizaba el traje de chaqueta como símbolo de resistencia cultural.Mikael SchulzModelo con uno de los looks de la colección primavera-verano de 2025 de Chavarria.
Mikael Schulz“Me gusta pensar que la inclusividad es la nueva exclusividad”, dice Chavarria. En esta página, modelo con total look primavera-verano de Willy Chavarria.Mikael SchulzPantalones anchísimos inspirados en los zoot suits de los pachucos, la subcultura chicana del sur de California que utilizaba el traje de chaqueta como símbolo de resistencia cultural; esa mezcla entre la ropa de trabajo y la moda deportiva que moldea el uniforme identitario de los cholos, la redefinición de la estética cowboy de los rancheros latinos… La incursión de Willy Chavarria en la moda se vivió, entonces y ahora, como un soplo de aire fresco en un contexto dominado por tendencias homogeneizadoras. Paradójicamente, esos diseños llevaban varias décadas en los armarios de la gente corriente: “Yo no crecí mirando revistas, pero sí rodeado de gente con mucho estilo que se armaba su propio look con ropa muy barata, pero cuidada con esmero. Se vestían de una forma que decía: ‘OK, soy ranchero, soy un cholito, o voy a misa todos los domingos, así que me pongo un vestido conservador, una redecilla en el pelo y un maquillaje suave’. Eso hacía que las personas se sintieran en su zona de confort y que crearan su identidad y su estilo”, explica. “Al final esta marca va del mensaje que encierran ciertas prendas”. La ropa como herramienta para construir individualidad y comunidad. Una ropa que Chavarria convierte en moda para dar legitimidad a unas ideas que siempre han estado ahí, pero que la propia moda no ha querido ver: la deconstrucción de la masculinidad hegemónica, la redefinición de la idea de virilidad, la clase social o la importancia (y el orgullo) de sentirse parte de una comunidad, “porque la gente necesita formar parte de algo, y más ahora, que estamos viviendo algo muy fuerte”, apunta.En estos 10 años desfilando, Willy Chavarria ha usado modelos en contadas excepciones. Su ropa la luce gente normal. “Esta vez llegué unos días antes a París para hacer el casting por la calle. Brent (Chua, el director de casting con el que siempre trabaja) sabe lo que busco: repartidores, personal de tiendas…, gente de verdad, mucho más interesante que los modelos”, explica. No es muy común ver esos rostros cotidianos sobre una pasarela. “Y no sé muy bien por qué. Hay gente que lo hace, que cuestiona la belleza estandarizada, como Rick Owens o Martine Rose, aunque son excepciones. Supongo que es más seguro, más sencillo, contratar a modelos que están en el top 10 ahora mismo. A mí desde luego no me interesa”.Nada de esto tendría sentido si su modelo de negocio no fuera inclusivo. Pero resulta que también lo es. Chavarria confecciona en Italia trajes de cachemir de 1.500 dólares y camisetas de 100, a veces, por cuestiones logísticas y de producción, en colaboración con grandes marcas como Adidas. “Para mí es prioritario asegurarme de que la marca tenga un rango amplio de precios, para que no excluya a nadie. Me gusta pensar que la inclusividad es la nueva exclusividad. Si eres cool es porque la marca que llevas representa la inclusión, no es porque el bolso sea carísimo y parezcas alguien que puede permitírselo, sino porque compartes una visión. Y eso que el precio no es lo suficientemente real para mí, quiero decir, nadie de mi familia compraría una camiseta de 100 dólares, pero es lo que cuesta si eres una marca pequeña”, aclara.Modelo con total look de la colección primavera-verano de 2025 del diseñador Willy Chavarria.Mikael SchulzEl diseñador se inspira en la mezcla entre la ropa de trabajo y la moda deportiva que moldea el uniforme identitario de los cholos; o la estética ‘cowboy’ de los rancheros latinos. Mikael SchulzChavarria confiesa que a veces le gusta compararse, a pequeña escala, con Ralph Lauren “porque viene del Bronx y todo lo ha logrado trabajando. Y porque con un mensaje y una historia claros y concretos ha logrado que su marca sea considerada lujo aunque la empresa funcione vendiendo polos de precio asequible en cientos de tiendas y outlets”, explica. Él trabaja el hecho a medida (sobre todo para bodas gais, dice) y después vende sudaderas, camisetas, abrigos y pantalones en medio mundo. “Japón fue mi primer gran mercado, creo que van por delante a la hora de romper prejuicios con la estética. Ahora la marca está funcionando muy bien en Dubái, en Francia o en Italia, y eso que Italia es más tradicional, pero por eso precisamente me gusta que se venda allí”. Curiosamente, su identidad creativa, arraigada a un contexto y lugar concretos, es decir, a la experiencia vital de los migrantes latinos en Estados Unidos, resuena en Europa: “Pero porque allí dais todavía un poco más de valor al significado y a la parte artística de la moda. Aquí solo importan los negocios, este país funciona como una empresa”, dice.Después de media vida trabajando y aprendiendo de otras marcas, Willy Chavarria cumplió el sueño de diseñar la moda que realmente le importa. Por eso, y ahora que ha logrado que su mensaje suene en medio mundo, no se plantea crecer más como marca. Primero porque sabe lo que eso implica ideológica y conceptualmente: “Sé muy bien que cuando las marcas se vuelven más grandes también se vuelven más cautelosas con lo que muestran porque tienen miedo de perder clientes. Al final, todo se reduce a eso. Y lo triste es que, cuando empiezas a quitarle entrañas a la idea detrás del diseño, todo empieza a volverse plano”, opina.Y, segundo, porque es consciente de que es imposible materialmente crecer más sin una inversión de un gran grupo detrás: “En el mundo actual, si quieres crecer hasta cierto punto y no tienes dinero (o no vienes de una familia con dinero), tienes que incorporar nuevos socios e inversores. Esto es lo que hay. Porque, por ejemplo, si recibes pedidos por valor de seis millones de dólares, necesitas tener tres millones para poder producir la ropa. Y, bueno, alguien como yo no los tiene”. Su misión, al menos a medio plazo, es que su trabajo no sea una mercancía más: “Ahora la gente ve más moda en sus teléfonos que noticias. Da igual que sea buena o mala moda, cara o barata. Solo importa vender. Es mercancía capitalista. Mientras tanto, buscan sentido o sentirse identificados con otras formas de cultura: el arte, el cine o la música. Es lógico”.

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